Un mundo de ILUSIONES

Este lugar es habitado por las niñas y los niños perdidos liderados por el héroe o quizás heroína, Peter Pan. La población de dicho país agrupa también a temibles piratas como el Capitán Garfio y salvajes indios. Otros tipos de seres como el hada, Campanilla y el Cocodrilo que se llevó la mano del Capitán Garfio habitan este lugar donde el tiempo no avanza y las aventuras predominan por cualquier rincón. De acuerdo con la leyenda, si alguien desea llegar a este lugar deberá de girar la segunda estrella a la derecha, volando hasta el amanecer.

martes, 30 de junio de 2009

Pretender dirigir lo que no les corresponde, pero no saber manejar sus propios asuntos


El Adivino
Instalado en la plaza pública, un adivino se entregaba a su oficio. De repente se le acercó un quídam, anunciándole que las puertas de su casa estaban abiertas y que habían robado todo lo que había en su interior. Levantose de un saldo y corrió, desencajado y suspirando, para ver lo que había sucedido. Uno de los que allí se encontraban, viéndole correr, le dijo:

-Oye, amigo: tú que te picas de prever lo que ocurrirá a los otros, ¿por qué no has previsto lo que te sucedería a ti?
(Esopo)

lunes, 29 de junio de 2009

Cuídate de los que quieren aprovecharse de lo que se creen ser


El Abeto y el espino
Disputaban entre sí el abeto y el espino. Se jactaba el abeto diciendo:
-Soy hermoso, esbelto y alto, y sirvo para construir las naves y los techos de los templos. ¿Cómo tienes la osadía de compararte a mí?
-¡Si recordaras-replicó el espino- las hachas y las sierras que te cortan, preferirías la suerte del espino!
(Esopo)

domingo, 28 de junio de 2009

Cuando el poder se sustenta en la tradición y altivez

El Traje del Emperador
Hace muchos años había un Emperador tan aficionado a los trajes nuevos, que gastaba todas sus rentas en vestir con la máxima elegancia.
No se interesaba por sus soldados ni por el teatro, ni le gustaba salir de paseo por el campo, a menos que fuera para lucir sus trajes nuevos. Tenía un vestido distinto para cada hora del día, y de la misma manera que se dice de un rey: “Está en el Consejo”, de nuestro hombre se decía: “El Emperador está en el vestuario”.
La ciudad en que vivía el Emperador era muy alegre y bulliciosa. Todos los días llegaban a ella muchísimos extranjeros, y una vez se presentaron dos truhanes que se hacían pasar por tejedores, asegurando que sabían tejer las más maravillosas telas. No solamente los colores y los dibujos eran hermosísimos, sino que las prendas con ellas confeccionadas poseían la milagrosa virtud de ser invisibles a toda persona que no fuera apta para su cargo o que fuera irremediablemente estúpida.
-¡Deben ser vestidos magníficos! -pensó el Emperador-. Si los tuviese, podría averiguar qué funcionarios del reino son ineptos para el cargo que ocupan. Podría distinguir entre los inteligentes y los tontos. Nada, que se pongan enseguida a tejer la tela-. Y mandó abonar a los dos pícaros un buen adelanto en metálico, para que pusieran manos a la obra cuanto antes.
Ellos montaron un telar y simularon que trabajaban; pero no tenían nada en la máquina. A pesar de ello, se hicieron suministrar las sedas más finas y el oro de mejor calidad, que se embolsaron bonitamente, mientras seguían haciendo como que trabajaban en los telares vacíos hasta muy entrada la noche.
«Me gustaría saber si avanzan con la tela»-, pensó el Emperador. Pero había una cuestión que lo tenía un tanto cohibido, a saber, que un hombre que fuera estúpido o inepto para su cargo no podría ver lo que estaban tejiendo. No es que temiera por sí mismo; sobre este punto estaba tranquilo; pero, por si acaso, prefería enviar primero a otro, para cerciorarse de cómo andaban las cosas. Todos los habitantes de la ciudad estaban informados de la particular virtud de aquella tela, y todos estaban impacientes por ver hasta qué punto su vecino era estúpido o incapaz.
«Enviaré a mi viejo ministro a que visite a los tejedores -pensó el Emperador-. Es un hombre honrado y el más indicado para juzgar de las cualidades de la tela, pues tiene talento, y no hay quien desempeñe el cargo como él».
El viejo y digno ministro se presentó, pues, en la sala ocupada por los dos embaucadores, los cuales seguían trabajando en los telares vacíos. «¡Dios nos ampare! -pensó el ministro para sus adentros, abriendo unos ojos como naranjas-. ¡Pero si no veo nada!». Sin embargo, no soltó palabra.
Los dos fulleros le rogaron que se acercase y le preguntaron si no encontraba magníficos el color y el dibujo. Le señalaban el telar vacío, y el pobre hombre seguía con los ojos desencajados, pero sin ver nada, puesto que nada había. «¡Dios santo! -pensó-. ¿Seré tonto acaso? Jamás lo hubiera creído, y nadie tiene que saberlo. ¿Es posible que sea inútil para el cargo? No, desde luego no puedo decir que no he visto la tela».
-¿Qué? ¿No dice Vuecencia nada del tejido? -preguntó uno de los tejedores.
-¡Oh, precioso, maravilloso! -respondió el viejo ministro mirando a través de los lentes-. ¡Qué dibujo y qué colores! Desde luego, diré al Emperador que me ha gustado extraordinariamente.-Nos da una buena alegría -respondieron los dos tejedores, dándole los nombres de los colores y describiéndole el raro dibujo. El viejo tuvo buen cuidado de quedarse las explicaciones en la memoria para poder repetirlas al Emperador; y así lo hizo.
Los estafadores pidieron entonces más dinero, seda y oro, ya que lo necesitaban para seguir tejiendo. Todo fue a parar a sus bolsillos, pues ni una hebra se empleó en el telar, y ellos continuaron, como antes, trabajando en las máquinas vacías.
Poco después el Emperador envió a otro funcionario de su confianza a inspeccionar el estado de la tela e informarse de si quedaría pronto lista. Al segundo le ocurrió lo que al primero; miró y miró, pero como en el telar no había nada, nada pudo ver.
-¿Verdad que es una tela bonita? -preguntaron los dos tramposos, señalando y explicando el precioso dibujo que no existía.
«Yo no soy tonto -pensó el hombre-, y el empleo que tengo no lo suelto. Sería muy fastidioso. Es preciso que nadie se dé cuenta». Y se deshizo en alabanzas de la tela que no veía, y ponderó su entusiasmo por aquellos hermosos colores y aquel soberbio dibujo.
-¡Es digno de admiración! -dijo al Emperador.
Todos los moradores de la capital hablaban de la magnífica tela, tanto, que el Emperador quiso verla con sus propios ojos antes de que la sacasen del telar. Seguido de una multitud de personajes escogidos, entre los cuales figuraban los dos probos funcionarios de marras, se encaminó a la casa donde paraban los pícaros, los cuales continuaban tejiendo con todas sus fuerzas, aunque sin hebras ni hilados.
-¿Verdad que es admirable? -preguntaron los dos honrados dignatarios-. Fíjese Vuestra Majestad en estos colores y estos dibujos -y señalaban el telar vacío, creyendo que los demás veían la tela.
«¡Cómo! -pensó el Emperador-. ¡Yo no veo nada! ¡Esto es terrible! ¿Seré tan tonto? ¿Acaso no sirvo para emperador? Sería espantoso».
-¡Oh, sí, es muy bonita! -dijo-. Me gusta, la apruebo-. Y con un gesto de agrado miraba el telar vacío; no quería confesar que no veía nada.
Todos los componentes de su séquito miraban y remiraban, pero ninguno sacaba nada en limpio; no obstante, todo era exclamar, como el Emperador: -¡oh, qué bonito!-, y le aconsejaron que estrenase los vestidos confeccionados con aquella tela en la procesión que debía celebrarse próximamente. -¡Es preciosa, elegantísima, estupenda!- corría de boca en boca, y todo el mundo parecía extasiado con ella.
El Emperador concedió una condecoración a cada uno de los dos bribones para que se las prendieran en el ojal, y los nombró tejedores imperiales.
Durante toda la noche que precedió al día de la fiesta, los dos embaucadores estuvieron levantados, con dieciséis lámparas encendidas, para que la gente viese que trabajaban activamente en la confección de los nuevos vestidos del Soberano. Simularon quitar la tela del telar, cortarla con grandes tijeras y coserla con agujas sin hebra; finalmente, dijeron: -¡Por fin, el vestido está listo!
Llegó el Emperador en compañía de sus caballeros principales, y los dos truhanes, levantando los brazos como si sostuviesen algo, dijeron:
-Esto son los pantalones. Ahí está la casaca. -Aquí tienen el manto... Las prendas son ligeras como si fuesen de telaraña; uno creería no llevar nada sobre el cuerpo, mas precisamente esto es lo bueno de la tela.
-¡Sí! -asintieron todos los cortesanos, a pesar de que no veían nada, pues nada había.
-¿Quiere dignarse Vuestra Majestad quitarse el traje que lleva -dijeron los dos bribones- para que podamos vestirle el nuevo delante del espejo?
Quitose el Emperador sus prendas, y los dos simularon ponerle las diversas piezas del vestido nuevo, que pretendían haber terminado poco antes. Y cogiendo al Emperador por la cintura, hicieron como si le atasen algo, la cola seguramente; y el Monarca todo era dar vueltas ante el espejo.
-¡Dios, y qué bien le sienta, le va estupendamente! -exclamaban todos-. ¡Vaya dibujo y vaya colores! ¡Es un traje precioso!
-El palio bajo el cual irá Vuestra Majestad durante la procesión, aguarda ya en la calle - anunció el maestro de Ceremonias.
-Muy bien, estoy a punto -dijo el Emperador-. ¿Verdad que me sienta bien? - y volviose una vez más de cara al espejo, para que todos creyeran que veía el vestido.
Los ayudas de cámara encargados de sostener la cola bajaron las manos al suelo como para levantarla, y avanzaron con ademán de sostener algo en el aire; por nada del mundo hubieran confesado que no veían nada. Y de este modo echó a andar el Emperador bajo el magnífico palio, mientras el gentío, desde la calle y las ventanas, decía:
-¡Qué preciosos son los vestidos nuevos del Emperador! ¡Qué magnífica cola! ¡Qué hermoso es todo!
Nadie permitía que los demás se diesen cuenta de que nada veía, para no ser tenido por incapaz en su cargo o por estúpido. Ningún traje del Monarca había tenido tanto éxito como aquél.
-¡Pero si no lleva nada! -exclamó de pronto un niño.
-¡Dios bendito, escuchen la voz de la inocencia! -dijo su padre; y todo el mundo se fue repitiendo al oído lo que acababa de decir el pequeño.
-¡No lleva nada; es un chiquillo el que dice que no lleva nada!
-¡Pero si no lleva nada! -gritó, al fin, el pueblo entero.
Aquello inquietó al Emperador, pues barruntaba que el pueblo tenía razón; mas pensó: «Hay que aguantar hasta el fin». Y siguió más altivo que antes; y los ayudas de cámara continuaron sosteniendo la inexistente cola.
(Cuento clásico, desconozco su autor)

sábado, 27 de junio de 2009

Querer ser y darse ínfulas de gran señor/a…

La rana y el buey
Conoció cierta Rana a un Buey, y le pareció bien su corpulencia.

La pobre no era mayor que un huevo de gallina, y quiso, envidiosa hincharse hasta igualar en tamaño al fornido animal.

"Mirad, hermanas, decía a sus compañeras; ¿Es bastante? ¿No soy aún tan grande como él? - No.- ¿Y ahora? - Tampoco - ¡Ya lo logré! - ¡Aún estás muy lejos!"

Y el bichuelo infeliz se hinchó tanto, que reventó.
(Cuento tradicional)

viernes, 26 de junio de 2009

El perjuicio de no ponerse de acuerdo y no tomar decisiones…

Gran consejo celebrado por las ratas
Micifuf, gato famoso, hacía tal estrago en las Ratas, que apenas se veía alguna que otra: la mayor parte estaba en la sepultura. Las pocas que quedaban vivas, no atreviéndose a salir de su escondrijo, pasaban mil apuros; y para aquellas desventuradas, Micifuf no era ya un gato, si no el mismísimo diablo.
Cierta noche que el enemigo tuvo la debilidad de ir a buscar una gata, con la cual se entretuvo en largo coloquio, las Ratas supervivientes celebraron consejo en un rincón, para tratar de los asuntos del día. La Rata decana, que era Rata de pro, dijo que cuanto antes había que poner a Micifuf un cascabel al cuello: así, cuando fuese de caza, le oirían venir y se meterían en la madriguera. No se le ocurría otro remedio. A todas les pareció excelente. No había más que una dificultad: ponerle el cascabel al gato. Decía la una: "Lo que es yo, no se lo pongo; no soy tonta. - Pues yo tampoco me atrevo", replicaba la otra. Y sin hacer nada, se disolvió la asamblea.

jueves, 25 de junio de 2009

Falsos e interesados cariños…

El Gallo y el Zorro
Estaba de centinela en la rama de un árbol cierto gallo experimentado y ladino: "hermano, díjole un zorro con voz meliflua, ¿para qué hemos de pelearnos? haya paz entre nosotros.
Vengo a traerte una felicidad nueva; baja, y te daré un abrazo. No tardes: tengo que correr mucho todavía. Bien podéis vivir sin zozobra, gallos y gallinas: somos ya hermanos vuestros. Festejamos las paces; ven a recibir mi abrazo fraternal. Amigo mío, contestó el gallo: no pudieras traerme nueva mejor que la de estas paces; y aún me complacen más, por ser tu el mensajero. Desde aquí diviso dos perros, que sin duda son correos de la feliz noticia: van aprisa y pronto llegarán. Voy a bajar: serán los abrazos generales. ¡Adiós! , dijo el zorro: es larga hoy mi jornada; dejemos los placeres para otro día.” Y el bribón, contrariado y mohíno, tomó las de Villadiego. El Gallo machucho echó a reír, al verlo correr todo azorado porque no hay gusto mayor que engañar al engañoso.

miércoles, 24 de junio de 2009

Oh!! Qué cosa más fina!!!… la presunción es lo que tiene

La aguja de zurcir
Érase una vez una aguja de zurcir tan fina y puntiaguda, que se creía ser una aguja de coser.
-Fíjense en lo que hacen y manéjenme con cuidado -decía a los dedos que la manejaban-. No me dejen caer, que si voy al suelo, las pasarán negras para encontrarme. ¡Soy tan fina!
-¡Vamos, vamos, que no hay para tanto! -dijeron los dedos sujetándola por el cuerpo.
-Miren, aquí llego yo con mi séquito -prosiguió la aguja, arrastrando tras sí una larga hebra, pero sin nudo.
Los dedos apuntaron la aguja a la zapatilla de la cocinera; el cuero de la parte superior había reventado y se disponían a coserlo.
-¡Qué trabajo más ordinario! -exclamó la aguja-. No es para mí. ¡Me rompo, me rompo!
Y se rompió
-¿No os lo dije? -suspiró la víctima-. ¡Soy demasiado fina!
-Ya no sirve para nada -pensaron los dedos; pero hubieron de seguir sujetándola, mientras la cocinera le aplicaba una gota de lacre y luego era clavada en la pechera de la blusa.
-¡Toma! ¡Ahora soy un prendedor! -dijo la vanidosa-. Bien sabía yo que con el tiempo haría carrera. Cuando una vale, un día u otro se lo reconocen.
Y se río para sus adentros, pues por fuera es muy difícil ver cuándo se ríe una aguja de zurcir. Y se quedó allí tan orgullosa cómo si fuese en coche, y paseaba la mirada a su alrededor.
-¿Puedo tomarme la libertad de preguntarle, con el debido respeto, si acaso es usted de oro? -inquirió el alfiler, vecino suyo-. Tiene usted un porte majestuoso, y cabeza propia, aunque pequeña. Debe procurar crecer, pues no siempre se pueden poner gotas de lacre en el cabo.
Al oír esto, la aguja se irguió con tanto orgullo, que se soltó de la tela y cayó en el vertedero, en el que la cocinera estaba lavando.
-Ahora me voy de viaje -dijo la aguja-. ¡Con tal que no me pierda!
Pero es el caso que se perdió.
«Este mundo no está hecho para mí -pensó, ya en el arroyo de la calle-. Soy demasiado fina. Pero tengo conciencia de mi valer, y esto siempre es una pequeña satisfacción». Y mantuvo su actitud, sin perder el buen humor.
Por encima de ella pasaban flotando toda clase de objetos: virutas, pajas y pedazos de periódico. «¡Cómo navegan! -decía la aguja-. ¡Poco se imaginan lo que hay en el fondo! Yo estoy en el fondo y aquí sigo clavada. ¡Toma!, ahora pasa una viruta que no piensa en nada del mundo como no sea en una "viruta", o sea, en ella misma; y ahora viene una paja: ¡qué manera de revolcarse y de girar! No pienses tanto en ti, que darás contra una piedra. ¡Y ahora un trozo de periódico! Nadie se acuerda de lo que pone, y, no obstante, ¡cómo se ahueca! Yo, en cambio, me estoy aquí paciente y quieta; sé lo que soy y seguiré siéndolo...».
Un día fue a parar a su lado un objeto que brillaba tanto, que la aguja pensó que tal vez sería un diamante; pero en realidad era un casco de botella. Y como brillaba, la aguja se dirigió a él, presentándose como alfiler de pecho.
-¿Usted debe ser un diamante, verdad?
-Bueno... sí, algo por el estilo.
Y los dos quedaron convencidos de que eran joyas excepcionales, y se enzarzaron en una conversación acerca de lo presuntuosa que es la gente.
-¿Sabes? yo viví en el estuche de una señorita -dijo la aguja de zurcir-; era cocinera; tenía cinco dedos en cada mano, pero nunca he visto nada tan engreído como aquellos cinco dedos; y, sin embargo, toda su misión consistía en sostenerme, sacarme del estuche y volverme a meter en él.
-¿Brillaban acaso? -preguntó el casco de botella.
-¿Brillar? -exclamó la aguja-. No; pero a orgullosos nadie los ganaba. Eran cinco hermanos, todos dedos de nacimiento. Iban siempre juntos, la mar de tiesos uno al lado del otro, a pesar de que ninguno era de la misma longitud. El de más afuera, se llamaba «Pulgar», era corto y gordo, estaba separado de la mano, y como sólo tenía una articulación en el dorso, sólo podía hacer una inclinación; pero afirmaba que si a un hombre se lo cortaban, quedaba inútil para el servicio militar. Luego venía el «Lameollas», que se metía en lo dulce y en lo amargo, señalaba el sol y la luna y era el que apretaba la pluma cuando escribían. El «Larguirucho» se miraba a los demás desde lo alto; el «Borde dorado» se paseaba con un aro de oro alrededor del cuerpo, y el menudo «Meñique» no hacía nada, de lo cual estaba muy ufano. Todo era jactarse y vanagloriarse. Por eso fui yo a dar en el vertedero.
-Ahora estamos aquí, brillando -dijo el casco de botella. En el mismo momento llegó más agua al arroyo, lo desbordó y se llevó el casco.
-¡Vamos! A éste lo han despachado -dijo la aguja-. Yo me quedo, soy demasiado fina, pero esto es mi orgullo, y vale la pena.
Y permaneció altiva, sumida en sus pensamientos.
-De tan fina que soy, casi creería que nací de un rayo de sol. Tengo la impresión de que el sol me busca siempre debajo del agua. Soy tan sutil, que ni mi padre me encuentra. Si no se me hubiese roto el ojo, creo que lloraría; pero no, no es distinguido llorar.
Un día se presentaron varios pilluelos y se pusieron a rebuscar en el arroyo, en pos de clavos viejos, perras chicas y otras cosas por el estilo. Era una ocupación muy sucia, pero ellos se divertían de lo lindo.
-¡Ay! -exclamó uno; se había pinchado con la aguja de zurcir-. ¡Esta marrana!
-¡Yo no soy ninguna marrana, sino una señorita! -protestó la aguja; pero nadie la oyó. El lacre se había desprendido, y el metal estaba ennegrecido; pero el negro hace más esbelto, por lo que la aguja se creyó aún más fina que antes.
-¡Ahí viene flotando una cáscara de huevo! -gritaron los chiquillos, y clavaron en ella la aguja.-Negra sobre fondo blanco -observó ésta-. ¡Qué bien me sienta! Soy bien visible. ¡Con tal que no me maree, ni vomite!
Pero no se mareó ni vomitó.
-Es una gran cosa contra el mareo tener estómago de acero. En esto sí que estoy por encima del vulgo. Me siento como si nada. Cuánto más fina es una, más resiste.
Crac! -exclamó la cáscara, al sentirse aplastada por la rueda de un carro.
-¡Uf, cómo pesa! -añadió la aguja-. Ahora sí que me mareo. ¡Me rompo, me rompo!
Pero no se rompió, pese a haber sido atropellada por un carro. Quedó en el suelo, y, lo que es por mí, puede seguir allí muchos años.
(Cuento tradicional)

martes, 23 de junio de 2009

EL LEÓN Y EL RATÓN
Había una vez un ratón que estaba preso entre las garras de un león. El ratoncillo no estaba así por haberle robado comida al león, sino porque estaba jugando y merodeando por donde el león estaba durmiendo, y claro, éste, molestado, por no poder descansar, apresó al ratón.
El ratón, al verse preso, le pidió disculpas al león por haberle molestado, y éste, conmovido, lo perdonó.
Pasado un tiempo, estando el león cazando, cayó en una trampa : una gran red que había escondida entre la maleza. Quiso salir, pero la red se lo impedía ; entonces, empezó a rugir con fiereza pidiendo auxilio. El ratón, al oír sus rugidos, sin pensarlo dos veces, fue hacia el sitio donde se hallaba el león preso y comenzó a roer la red. Así consiguió romperla y pudo liberar al león.

F. M. de Samaniego (adaptación)

lunes, 22 de junio de 2009

Los abrazos dan mejores resultados que la furia y la fuerza

El viento de norte y el sol
El viento de norte y el sol discutían para ver quién era el más fuerte.
El viento decía: ¿Ves aquel anciano envuelto en una capa?.
Te apuesto a que le haré quitar la capa más rápido que tú.
Se ocultó el sol tras una nube y comenzó a soplar el viento, cada vez con más fuerza, hasta ser casi un ciclón, pero cuanto más soplaba tanto más se envolvía el hombre en la capa.
Por fin el viento se calmó y se declaró vencido.
Y entonces salió el sol y sonrió benignamente sobre el anciano.
No pasó mucho tiempo hasta que el anciano, acalorado por la tibieza del sol, se quitó la capa.
El sol demostró entonces al viento que la suavidad y el amor de los abrazos son más poderosos
que la furia y la fuerza.

domingo, 21 de junio de 2009

La belleza...

La belleza interior
Érase una vez en un muy habitado bosque por muchos insectos y animales presumidos, quienes se burlaban de alguien no muy agraciado que colgaba curiosamente de un árbol. Este extraño ser sufría en su interior, nadie veía su belleza y se alejaban de él.
Un día todo comenzó a cambiar en la vida de nuestra amiga. Su vida tomaría un rumbo distinto, su extraña forma empezó a convertirse en algo más delicado y colores sorprendentes.
El pequeño y extraño ser del bosque deslumbró a todos con lo que por tanto tiempo llevó oculto en su interior. Fue entonces que la mariposa nació.
¡Qué linda¡- Decía el conejo-
¡Hermosa!- decía una chinita-.
Fin

( Literatura latinoamericana)

sábado, 20 de junio de 2009

Las jaulas…

El gorrioncito y la jaula de oro.
En un campo muy florido y con muchos árboles silvestres vivía un gorrioncito de hermoso plumaje, cuando cantaba todos los árboles y las flores danzaban de alegría porque su trino era dulce y tierno. En la sencillez de su corazón había cosechado su encanto, todos en el campo lo tenían por transparente, franco y bueno. Pero sucedió que un día, un canario que volaba por el campo, viendo al gorrión con qué alegría cantaba, deleitando a todos los seres que bailaban al vaivén de su melodía, quiso él hacer lo mismo pero no pudo ya que en su corazón no había alegría. Entonces dijo:
— ¿Será que lo que lo hace cantar con tanta alegría, es porque se le ve un gorrión feliz, bueno y humilde? Qué envidia siento, porque si esto es cierto yo voy a hacer que cambie su manera de ser y lo haré como soy yo, porque lo convertiré en un gorrión amargado, egoísta, soberbio y ambicioso cuando comience a levantarle el ego, con el fin de que se le quite hasta las ganas de seguir viviendo. ¿Qué trampa le pondré para que la insana intención de mi corazón se haga real? ¡Ah! Ya sé, construiré con mis propias garras una jaula para regalársela, y la pintaré de dorado para que parezca de oro y se vea más hermosa. Así le gustará más y cuando le haga creer que la jaula le dará todo lo que tiene, pero en abundancia y otras cosas más, si la acepta, lo trasladaré a un mundo diferente del que ahora goza con la simpleza de su alma. Esto lo hará llorar cuando se vea atrapado en ella.
Entonces, sin pérdida de tiempo, el canario se dispuso a construir la jaula. Cuando terminó su obra maquiavélica, como era de esperar, fue a buscar ávidamente al gorrión hasta que lo encontró. Y acercándose a él tras el velo de una falsa amistad, le empezó a decir:
— ¿Sabes? Te he oído cantar y te felicito porque tu trino es muy hermoso, pero he visto que tú podrías ser más admirado por todos los del campo si mostraras tu encanto en esta jaula de oro. Si deseas te la regalo porque tú me caes muy bien. Además deseo ser tu amigo. ¿Qué te parece?El gorrión le contestó:
— No hay necesidad de que me la regales si deseas mi amistad, pero lo que no entiendo es por qué causa mostraría más mi encanto, como tú dices, en esta jaula. ¿Qué misterio encierra?
— Bueno, te lo diré –le dijo el canario –. Como esta jaula llama mucho la atención por su brillo y lo hermosa que es, eso mismo hace que se les ilumine los ojos a quienes gustan sólo del lujo, y con mayor razón si dentro de esta jaula hay algo que la hace más deseable. Por lo tanto, su mayor atención serás tú ya que cantas tan bonito, y si te llevas de mi consejo cantando dentro de ella, te aseguro que obtendrás todo lo que deseas. Además, todos caerán rendidos a tus pies ya que te admirarán más por lo que te vas a mostrar elegantemente. Piensa en lo que te hablo y proponte cantar dentro de la jaula.El gorrión, un poco consternado por lo que el canario le hablaba, le dijo:
— No comprendo con qué finalidad haces esto por mí, ¿pero sabes?, ya me empieza a gustar la jaula; es más, te haré caso y me pondré a cantar desde ahora dentro de ella, quien sabe así podré gozar de lo que jamás soñé en la tierra. Y así lo hizo en los días que todavía la felicidad lo acompañaba, entrando y saliendo de la jaula cuantas veces quería. Pero con el transcurrir del tiempo, después que gozó de todo lo que el canario le había manifestado, eso mismo se volvió contra él, porque al sentirse ya preso por la ambición que lo embargaba para tener cada día más, como era de esperar la codicia se encargó de encerrarlo, hasta el punto que terminó por enfermarlo ya que se había convertido en un ser amargado, egoísta y soberbio. Y el canario, como sabía lo que le iba a suceder, tomó como punto de partida la amargura en la que el gorrión iba a caer para construir la jaula. Entonces, la hizo de tal manera, que cuando el gorrión llegara a sentirse totalmente desesperado por su situación, esa misma fuerza negativa que iba a brotar de su alma se iba a encargar de empujar la puerta de la jaula cerrándola para siempre. Cuando esto sucedió, dijo:
— Dios mío, ¿qué es lo que he hecho?, porque me siento encerrado dentro de mí mismo. ¿Cómo podré ahora cantar las hermosas melodías que brotaban de mi alma, si ahora ella se encuentra enferma? Y pensar que yo era un gorrión muy alegre, podía volar por donde se me antojara, me alimentaba de la misericordia de Dios. ¿Por qué fui tan tonto, Señor?, ya que no aprecié en su momento la riqueza que tú me dabas, como es la libertad en que podía vivir mi alma, sin desear nada de lo que más tarde me iba a enfermar, quien sabe yo no estaba preparado aún para obtener todo este beneficio, ya que me volví ambicioso y altanero. Ahora siento mi mente obnubilada y mi alma ya no goza ni con las estaciones del año, pronto me convertiré en un recuerdo olvidado. Así ya no quiero seguir viviendo, a no ser que se me abra la bóveda del cielo y pueda volver a ser lo que fui, un gorrión bueno y humilde, que se alegraba tan solo cuando veía feliz a los demás.
Y mientras dialogaba consigo mismo, comenzó a sentir que algo se abría en su interior. Y se dijo:
— ¿Será que se me está abriendo la bóveda del cielo, porque Dios ha tomado en cuenta mi arrepentimiento?
De pronto, una voz que venía desde muy adentro de su conciencia, le habló:
- Así es, y como te has arrepentido del desvarío en que has vivido nuevamente serás bendecido, y obtendrás mucho más de lo que el canario te dio con su jaula falsa, porque como se te devolverá la buena forma de ser que tenías, la riqueza que te vendrá de ahora en adelante será no sólo para ti, sino que pensarás también en los que no están en tu lugar para que los puedas ayudar.
El gorrión, después que escuchó a la voz, como ya había aprendido esta lección, extasiado se quedó cuando vio que la puerta de la jaula se hallaba ya abierta. Y reflexionó:
— Con razón empezaba yo a sentirme libre y como que una luz alumbraba ya mi mente. Ahora podré pensar mejor con una actitud más lúcida.
Y mientras hablaba con felicidad cantó más alto que nunca. Entonces, el canario, al escucharlo, apareció tan sólo para desearle su maldición, mas al gorrión ya no lo tocó. Y volvió a decir:
— Pobre canario, se ve que está muerto de rabia porque su trampa le falló, y yo voy a ser diferente a él, porque quiso cambiar mi manera de ser en forma insana y no lo logró, pero yo haré lo contrario a su propósito para que sea feliz.
Y muy contento bajó desde donde estaba para ayudarlo.
Fin
(Escritora Peruana)

viernes, 19 de junio de 2009

Parecer y ser lo que somos..

Vaga Lume/Luciérnaga
Luciana, vivía a las orillas de la ciudad, era una niña curiosa e inquieta que adoraba atrapar luciérnagas para construir farolas nocturnas. Una tarde cuando caminaba después de la lluvia, descubrió que de una cueva salían luces móviles y pequeñas. “Deben ser luciérnagas” pensó, y se emocionó pues le gustaba el destello de éstas; entonces recordó lo que la abuela Zelda le decía con frecuencia. “Luciana: cuando libélulas creas mirar tu curiosidad debes tragar, pero si en problemas estás las palabras te salvarán.” En los últimos años estos escarabajos comenzaron a desaparecer, la contaminación lumínica hacía casi imposible su apareamiento y cortejo. Los machos, vuelan ya que tienen alas, las hembras no, pero llaman a los machos a través del parpadeo. En vista de que en la actualidad el crecimiento de las ciudades hacia el campo ha impedido su reproducción. Luciana pensaba que era una pena, además de catástrofe.
La chica permaneció unos minutos al pie del cerro antes de comenzar a subir. Cuando iba hacia arriba descubrió que en efecto eran luciérnagas. “¡Guau!, con lo escasas que están últimamente.” Entró con seguridad y ánimo, sabía que ahí estaban los bichitos, deseaba resolver el misterio que ella había adoptado como misión. Había mucha humedad en el interior de la cueva y era fácil resbalar pero ella iba por las luciérnagas, fairy flies, así que olvidó todo lo que su abuela le había repetido infinidad de veces, que controlara su terrible curiosidad, pensara dos veces antes de investigar y saciar su ímpetu detectivesco.
En vista de que la muchacha sólo deseaba encontrar luciérnagas caminó y caminó, hasta encontrar una luz cegadora que iluminaba el fondo de un estrecho túnel que por obvias razones llamó su atención. “Ahí están!”, así que comenzó a caminar con prisa sobre la tierra húmeda casi resbalando. “Aquí están, fantástico!”
Cuando llegó al final de éste descubrió al viejo cascarrabias guardando en pequeñas cestas a miles de luciérnagas que al estar apretujadas brillaban como lingotes de oro. “No”, gritó indignada la joven, “no lo haga.”
“¿Qué haces aquí escuincla metiche? ¿Qué se te perdió? ¡Vete de aquí!”, Pregunto el viejo cascarrabias.
“Váyase usted, las luciérnagas me llamaron, no lo quieren”, respondió con seguridad.
Don Toribio estaba furioso, era el más cascarrabias y grosero de la ciudad. El viejo comenzó a acercarse con actitud amenazante hacia Luciana quien no se movió y lo miró con atención. “Don Toribio usted es bueno no dé motivos para que lo quieran poco, usted es bueno.” Cuando el hombre escuchó esto de la boca de la joven se detuvo para oírla con atención. La cara del viejo comenzó a destensarse y una ligera sonrisa se formó en su rostro. La niña le transmitía seguridad y confianza, nunca le habían dicho eso, por el contrario lo único que había oído eran cosas desagradables que había adoptado como verdades. “Eso crees”, preguntó. Sí eso pensaba, en el fondo el hombre era bueno. Así el hombre sonrió por primera vez en mucho tiempo, destapó la cajita que llevaba en las manos repleta de luciérnagas, la abrió despacio al tiempo que volaron inquietas en su alrededor. Sí, Luciana también sonrió pensando que en efecto, el hombre en el fondo era bueno.
Fin
(de una escritora Mexicana)

jueves, 18 de junio de 2009

Perder lo que tenemos por falsas ilusiones

El Perro y El Trozo de Carne
Había una vez un perro muy glotón que siempre estaba buscando entre las basuras y los desperdicios a ver si encontraba algo de comer.También rondaba por los mercados y las casas de comidas, meneando el rabo y ladrando a la gente para que le tiraran un hueso o un mendrugo de pan.No solía conseguir gran cosa de esta manera, pero un día se encontró con un hermoso trozo de carne, grande y jugoso,al principio no dio crédito a sus ojos, pensó que se trataba de una visión...¿quién podía haber abandonado aquel maravilloso pedazo de carne?
Se abalanzó por fin sobre el suculento manjar, lo asió con sus dientes, notando que era real, que no estaba soñando y verdaderamente tenía en la boca el más delicioso de los bocados y, temiendo que alguien se lo fuera a arrebatar, se marchó corriendo en busca de un lugar donde saborearlo a gusto.
Al pasar junto a un estanque, miró de reojo hacia el agua y cuál no sería su asombro al ver junto a la superficie, como flotando a pocos centímetros de profundidad, otro trozo de carne tan grande y apetitoso como el que llevaba en la boca.
No era posible que en un mismo día aquel milagro sucediera dos veces seguidas: otro pedazo de carne igual...¡no, más grande y jugoso todavía! el perro se quedó muy quieto, como hipnotizado, mirando fijamente el agua, y cuanto más miraba más se convencía de que el otro pedazo de carne era mejor que el suyo. Creyó ver que otro perro lo llevaba entre sus dientes, del mismo modo que él llevaba su bocado. Y pensó entonces que no debía resultar difícil obtener para sí aquel trozo de carne que lo incitaba desde el estanque.
Entonces se dijo a sí mismo que debía ser astuto y obrar con inteligencia para llevar a cabo su plan.
Fue acercando el morro poco a poco al agua, y cuando estuvo a pocos centímetros de la superficie no pudo aguantar más y abrió la boca para agarrar la carne que veía flotar en el estanque. Naturalmente, al abrir la boca se le cayó al agua el trozo que llevaba, y el otro también desapareció, pues no era más que el reflejo del primero en la tranquila superficie del estanque.
(Anónimo)

miércoles, 17 de junio de 2009

Todos podemos hacer algo por la paz

La espada pacifista
Había una vez una espada preciosa. Pertenecía a un gran rey, y desde siempre había estado en palacio, participando en sus entrenamientos y exhibiciones, enormemente orgullosa. Hasta que un día, una gran discusión entre su majestad y el rey del país vecino, terminó con ambos reinos declarándose la guerra.La espada estaba emocionada con su primera participación en una batalla de verdad. Demostraría a todos lo valiente y especial que era, y ganaría una gran fama. Así estuvo imaginándose vencedora de muchos combates mientras iban de camino al frente. Pero cuando llegaron, ya había habido una primera batalla, y la espada pudo ver el resultado de la guerra. Aquello no tenía nada que ver con lo que había imaginado: nada de caballeros limpios, elegantes y triunfadores con sus armas relucientes; allí sólo había armas rotas y melladas, y muchísima gente sufriendo hambre y sed; casi no había comida y todo estaba lleno de suciedad envuelta en el olor más repugnante; muchos estaban medio muertos y tirados por el suelo y todos sangraban por múltiples heridas...
Entonces la espada se dio cuenta de que no le gustaban las guerras ni las batallas. Ella prefería estar en paz y dedicarse a participar en torneos y concursos. Así que durante aquella noche previa a la gran batalla final, la espada buscaba la forma de impedirla. Finalmente, empezó a vibrar. Al principio emitía un pequeño zumbido, pero el sonido fue creciendo, hasta convertirse en un molesto sonido metálico. Las espadas y armaduras del resto de soldados preguntaron a la espada del rey qué estaba haciendo, y ésta les dijo:
- "No quiero que haya batalla mañana, no me gusta la guerra".
- "A ninguno nos gusta, pero ¿qué podemos hacer?".
Entonces las armas empezaron a vibrar, y el ruido fue creciendo hasta hacerse ensordecedor, y se hizo tan grande que llegó hasta el campamento de los enemigos, cuyas armas, hartas también de la guerra, se unieron a la gran protesta.
A la mañana siguiente, cuando debía comenzar la batalla, ningún soldado estaba preparado. Nadie había conseguido dormir ni un poquito, ni siquiera los reyes y los generales, así que todos pasaron el día entero durmiendo. Cuando comenzaron a despertar al atardecer, decidieron dejar la batalla para el día siguiente.Pero las armas, lideradas por la espada del rey, volvieron a pasar la noche entonando su canto de paz, y nuevamente ningún soldado pudo descansar, teniendo que aplazar de nuevo la batalla, y lo mismo se repitió durante los siguientes siete días. Al atardecer del séptimo día, los reyes de los dos bandos se reunieron para ver qué podían hacer en aquella situación. Ambos estaban muy enfadados por su anterior discusión, pero al poco de estar juntos, comenzaron a comentar las noches sin sueño que habían tenido, la extrañeza de sus soldados, el desconcierto del día y la noche y las divertidas situaciones que había creado, y poco después ambos reían amistosamente con todas aquellas historietas.
Afortunadamente, olvidaron sus antiguas disputas y pusieron fin a la guerra, volviendo cada uno a su país con la alegría de no haber tenido que luchar y de haber recuperado un amigo. Y de cuando en cuando los reyes se reunían para comentar sus aventuras como reyes, comprendiendo que eran muchas más las cosas que los unían que las que los separaban.
Pedro Pablo Sacristán

martes, 16 de junio de 2009

Perseverancia y paciencia

A la caza de sonrisas
La princesa de las hadas estaba enferma, y aunque los médicos no descubrieron el problema, dos pequeños dragones descubrieron que lo que la había puesto enferma es que ya nunca veía sonrisas. Así que empezaron a buscarlas por toda la tierra, pero no las encontraron, y viajaron volando por todos los planetas y estrellas en busca de sonrisas. Y viajaron tanto y tanto sin encontrar ninguna, que uno de ellos decidió dar la vuelta para estar con la princesa cuando muriese. Pero el otro decidió seguir, y justo en el siguiente planeta al que se dirigió, uno pequeño y oscuro que ni se veía, encontró que todas las sonrisas del mundo estaban allí reunidas haciendo una fiesta. El dragón les contó lo que pasaba, y sin dudarlo millones de sonrisas le acompañaron en su viaje de vuelta, y en cuanto la princesa de las hadas vio tantísimas sonrisas, recuperó su alegría y su salud.
Y el primer dragón, aquel que se había dado la vuelta, se alegró enormemente de haber tenido un amigo más perseverante y paciente que él mismo.

Pedro Pablo Sacristán

lunes, 15 de junio de 2009

Fortaleza y autocontrol. Educar la voluntad

El truco
Juanito Juanolas era un niño simpático y popular al que todos querían. Era tan divertido, bueno y amable con todos, que le trataban estupendamente, siempre regalándole cosas y preocupándose por él. Y como todo se lo daban hecho y todo lo tenía incluso antes de pedirlo, resultó que Juanito se fue convirtiendo en un niño blandito; estaba tan consentido por todos que no aguantaba nada, ni tenía fuerza de voluntad ninguna: las piedras en el zapato parecían matarle, si sentía frío se abrigaba como si estuviera en el polo, si hacía calor la camiseta no le duraba puesta ni un minuto y cuando se caía y se hacía una herida... bueno, eso era terrible, ¡había que llamar a un ambulancia!.
Y se fue haciendo tan notorio que Juanito era tan blando, que un día el propio Juanito escuchó como una mamá le decía a su hijo "venga, hijo, levanta y deja de llorar, que pareces Juanito Juanolas". Puff, aquello le hizo sentir tanta vergüenza, que no sabía qué hacer, pero estaba seguro de que prefería que le conocieran por ser un niño simpático que por ser "un blandito". Durante algunos días trató de ver cuánto podía aguantar las cosas, y era verdad: no aguantaba nada, todo le resultaba imposible de soportar y cualquier dolor le hacía soltar lágrimas y lágrimas.
Así que, preocupado, se lo dijo a su papá, aunque le daba mucho miedo que se riera por sus preocupaciones. Pero su papá, lejos de reírse, le contó que a él de pequeño le había pasado lo mismo, pero que un profesor le contó un truco secreto para convertirse en el chico más duro.
-¿Y cuál es ese truco?
- Comer una golosina menos, estudiar un minuto más, y contar hasta 5 antes de llorar.
Juanito no se lo podía creer
-"¿sólo con eso?, ¡si está chupado!".
- sólo con eso -dijo su papá- es muy fácil, pero te aviso que te costará un poco.
Juanito se fue contentísimo dispuesto a seguir aquel consejo al pie de la letra. Al llegar junto a su mamá, ésta le vio tan contento que le dio dos golosinas. "Una golosina menos", pensó Juanito, así que sólo cogió una, pero comprobó que su papá tenía razón: ¡le costó muchísimo dejar la otra en la mano de su madre!Aquella misma tarde tuvo ocasión de poner el truco en práctica, y estudiar un minuto más. ¡Se perdió el primer minuto de su programa favorito! pero al conseguir hacerlo se sintió muy satisfecho, lo mismo que ocurrió cuando se dió un golpe con la esquina de la mesa: sólo pudo contar hasta 4, pero su mamá quedó impresionadísima con todo lo que había aguantado.
Y así, durante los siguientes días, Juanito siguió aplicando el lema de comer una golosina menos, estudiar un minuto más, y contar hasta 5 antes de llorar. Y cuanto más lo aplicaba, menos le costaba, y en poco tiempo se dio cuenta de que no sólo podía comer menos golosinas, estudiar más, y llorar menos, sino que también podía hacer cosas que antes le parecían imposibles, como comer verduras o correr durante largo rato.
Y contentísimo, cogió un papel, escribió el truco, y lo guardó en un cofre con un cartel que decía."Cosas importantísimas que tendré que contar a mis hijos"
Pedro Pablo Sacristán

domingo, 14 de junio de 2009

Amistad verdadera

Famina Famosina
Famina Famosina era un niña muy popular en su colegio. Era ingeniosa y divertida, y no se llevaba mal con nadie. No era casualidad que Famina fuera popular: desde pequeñita se esforzó en ser amable y saludar a todo el mundo, invitaba a toda la clase a su cumpleaños, y de vez en cuando llevaba regalos para todos. Era una niña muy ocupada, con tantos amigos, que casi no tenía tiempo más que para estar un ratito con cada uno, pero se sentía la niña más afortunada, sin ninguna duda era la niña con más amigos del cole y del barrio. Pero todo cambió el día que celebraron en el colegio el día del amigo. Aquel día estuvieron jugando sin parar, haciendo dibujos y regalos, y al final del día, cada uno hizo tres regalos a sus tres mejores amigos. Famina disfrutó eligiendo entre tantísimos amigos como tenía, pero cuando todos habían terminado y habían entregado sus regalos, ¡Famina era la única que no tenía ninguno!Famina se llevó un disgusto terrible, y estuvo durante horas llorando sin parar "¿cómo era posible?", "¿tanto esfuerzo para tener tantos amigos, y resulta que nadie la consideraba la mejor amiga?".
Casi todos se acercaron un ratito a consolarla, pero se marchaban rápido, lo mismo que ella había hecho tantas veces. Y entonces comprendió que ella era buena amiga, compañera y conocida de mucha gente, pero no era amiga de verdad de nadie. Ella trataba de no contrariar a nadie, y hacer caso a todo el mundo, pero ahora descubría que eso no era suficiente para tener amigos de verdad. Así que cuando llegó a su casa hecha un mar de lágrimas, le preguntó a su madre dónde podía conseguir amigos de verdad.

- Famina, hija - respondió la madre - los amigos no son algo que se pueda comprar con una sonrisa o unas buenas palabras. Si quieres amigos y amigas de verdad, tendrás que dedicarles tiempo y cariño. Con un amigo de verdad tienes que estar siempre disponible, en las buenas y en las malas.

- Pero yo quiero ser amiga de todos, ¡tengo que repartir el tiempo entre todos!- protestó Famina.

-Hija, tú eres encantadora -respondió su madre- pero no se puede ser amigo íntimo de todo el mundo. No hay tiempo suficiente para estar siempre dispuesto para todos, así que tus amigos de verdad sólo pueden ser unos pocos. El resto serán buenos amigos y conocidos, pero no serán amigos de verdad

Y Famina se fue decidida a cambiar para tener amigos de verdad . Y cuando estaba en la cama viendo qué podía hacer para conseguirlo, pensó en su madre: siempre estaba dispuesta a ayudarla, aguantaba todos sus disgustos y problemas, siempre le perdonaba, y la quería muchísimo... ¡ eso era justo lo que hacen los amigos!. Y sonrió de oreja a oreja, pensando que ya tenía la mejor amiga que se podía desear.

Pedro Pablo Sacristán

sábado, 13 de junio de 2009

Solidaridad e igualdad

Perico Picolisto era un niño rico que llevaba una vida muy tranquila y cómoda, aislado de muchas de las desgracias del mundo. Un día, Perico fue al cine a ver una película que le hacía muchísima ilusión, pero llegó un pelín tarde, justo cuando la taquillera le vendía la última entrada a un niño con un aspecto muy pobre, que llevaba ahorrando semanas para ver la película. Al verse sin su entrada, Perico se enojó muchísimo, y comenzó a gritar y protestar, exigiéndole al niño que le diera su entrada.
-¿Por qué voy a darte mi entrada? He llegado antes que tú y la he pagado- dijo el niño- Pues... ¡porque yo soy más importante que tú! ¡mírame!, yo soy rico y tú eres pobre, ¿lo ves? - respondió Perico cargado de razón.
Entonces apareció un señor muy distinguido, que se acercó a Perico Picolisto y le ofreció una entrada diciendo
- Por supuesto, niño. Tú tienes más derecho que a ver esta películaEntonces Perico, con tono ostentoso y soberbio, apartó al otro niño y entró al cine. Echó un vistazo alrededor y se sintió muy cómodo cuando vio que la sala estaba llena de niños ricos como él, y se sentó a disfrutar de la película.Pero en cuanto se sentó, se sintió trasportado a la pantalla, y se convirtió en un personaje más, protagonista de muchas historias. Y en todas aquellas historias, Perico empezaba con muchísima mala suerte: unas veces sus padres desaparecían, otras su casa se quemaba y perdían todo su dinero, otras estaba de viaje en un país del que no entendía el idioma, otras le tocaba trabajar desde niño para ayudar a criar a un montón de hermanos, otras vivía en un lugar donde todos le trataban como si fuera tonto o no tuviera sentimientos... Y en todas aquellas historias, Perico se esforzaba terriblemente por salir adelante, aunque todo eran dificultades y casi nadie le daba ninguna oportunidad. Pero igualmente, todas las historias acabaron con un final feliz, cuando un misterioso personaje, rico, sabio y afortunado, le ayudaba a salir adelante y cumplir sus sueños.Cuando terminó la película y Perico volvió a encontrarse en su asiento, estaba asustado. Pensó que en la vida real, él siempre había sido de aquellos que teniendo suerte, nunca ayudaban a crear finales felices. Se sintió tan mal, que estuvo llorando largo rato en su silla...Finalmente, una enorme sonrisa se dibujó en su rostro, y salió del cine casi bailando. Estaba contento porque ya sabía a qué se iba a dedicar: sería esa ayuda que necesitan quienes tienen menos suerte, ¡sería creador de finales felices!
Y mientras volvía a casa dispuesto a cambiar su mundo, vio a lo lejos al señor distinguido que le había dado la entrada. Era el misterioso personaje que le había ayudado a resolver todas las historias de su película.
Pedro Pablo Sacristán

viernes, 12 de junio de 2009

La lealtad y el compromiso

El Hada y la Sombra
Hace mucho, mucho tiempo, antes de que los hombres y sus ciudades llenaran la tierra, antes incluso de que muchas cosas tuvieran un nombre, existía un lugar misterioso custodiado por el hada del lago. Justa y generosa, todos sus vasallos siempre estaban dispuestos a servirle. Y cuando unos malvados seres amenazaron el lago y sus bosques, muchos se unieron al hada cuando les pidió que la acompañaran en un peligroso viaje a través de ríos, pantanos y desiertos en busca de la Piedra de Cristal, la única salvación posible para todos.
El hada advirtió de los peligros y dificultades, de lo difícil que sería aguantar todo el viaje, pero ninguno se asustó. Todos prometieron acompañarla hasta donde hiciera falta, y aquel mismo día, el hada y sus 50 más leales vasallos comenzaron el viaje. El camino fue aún más terrible y duro que lo había anunciado el hada. Se enfrentaron a bestias terribles, caminaron día y noche y vagaron perdidos por el desierto sufriendo el hambre y la sed. Ante tantas adversidades muchos se desanimaron y terminaron por abandonar el viaje a medio camino, hasta que sólo quedó uno, llamado Sombra. No era el más valiente, ni el mejor luchador, ni siquiera el más listo o divertido, pero continuó junto al hada hasta el final. Cuando ésta le preguntaba que por qué no abandonaba como los demás, Sombra respondía siempre lo mismo "Os dije que os acompañaría a pesar de las dificultades, y éso es lo que hago. No voy a dar media vuelta sólo porque haya sido verdad que iba a ser duro".
Gracias a su leal Sombra pudo el hada por fin encontrar la Piedra de Cristal, pero el monstruoso Guardián de la piedra no estaba dispuesto a entregársela. Entonces Sombra, en un último gesto de lealtad, se ofreció a cambio de la piedra quedándose al servicio del Guardián por el resto de sus días...
La poderosa magia de la Piedra de Cristal permitió al hada regresar al lago y expulsar a los seres malvados, pero cada noche lloraba la ausencia de su fiel Sombra, pues de aquel firme y generoso compromiso surgió un amor más fuerte que ningún otro. Y en su recuerdo, queriendo mostrar a todos el valor de la lealtad y el compromiso, regaló a cada ser de la tierra su propia sombra durante el día; pero al llegar la noche, todas las sombras acuden el lago, donde consuelan y acompañan a su triste hada.
Pedro Pablo Sacristán

jueves, 11 de junio de 2009

Lecciones de humildad a la vanidad y el orgullo …

Un cuento de humildad
Había una vez un canguro que era un auténtico campeón de las carreras, pero al que el éxito había vuelto vanidoso, burlón y antipático. La principal víctima de sus burlas era un pequeño pingüino, al que su andar lento y torpón impedía siquiera acabar las carreras.
Un día el zorro, el encargado de organizarlas, publicó en todas partes que su favorito para la siguiente carrera era el pobre pingüino. Todos pensaban que era una broma, pero aún así el vanidoso canguró se enfadó muchísimo, y sus burlas contra el pingüino se intensificaron. Éste no quería participar, pero era costumbre que todos lo hicieran, así que el día de la carrera se unió al grupo que siguió al zorro hasta el lugar de inició. El zorro los guió montaña arriba durante un buen rato, siempre con las mofas sobre el pingüino, sobre que si bajaría rondando o resbalando sobre su barriga...
Pero cuando llegaron a la cima, todos callaron. La cima de la montaña era un cráter que había rellenado un gran lago. Entonces el zorro dio la señal de salida diciendo: "La carrera es cruzar hasta el otro lado". El pingüino, emocionado, corrió torpemente a la orilla, pero una vez en el agua, su velocidad era insuperable, y ganó con una gran diferencia, mientras el canguro apenas consiguió llegar a la otra orilla, lloroso, humillado y medio ahogado. Y aunque parecía que el pingüino le esperaba para devolverle las burlas, éste había aprendido de su sufrimiento, y en lugar de devolvérselas, se ofreció a enseñarle a nadar.
Aquel día todos se divirtieron de lo lindo jugando en el lago. Pero el que más lo hizo fue el zorro, que con su ingenio había conseguido bajarle los humos al vanidoso canguro.
Pedro Pablo Sacristán

miércoles, 10 de junio de 2009

Con la violencia todos salen perdiendo…

El mejor guerrero del mundo
Caucasum era un joven valiente, experto espadachín, que soñaba con convertirse en el mejor guerrero del mundo. En todo el ejército no había quien le venciera en combate, y soñaba con convertirse en el gran general, sucediendo al anciano cobardón que ocupaba el puesto. El rey le apreciaba mucho, pero el día que le contó su sueño de llegar a ser general, le miró con cierto asombro y le dijo:
- Tu deseo es sincero, pero no podrá ser. Aún tienes mucho que aprender.
Aquello fue lo peor que le podía pasar a Caucasum, que se enfureció tanto que abandonó el palacio, decidido a aprender todas las técnicas de lucha existentes. Pasó por todo tipo de gimnasios y escuelas, mejorando su técnica y su fuerza, pero sin aprender nuevos secretos, hasta que un día fue a parar a una escuela muy especial, una gris fortaleza en lo alto una gran montaña. Según le habían contado, era la mejor escuela de guerreros del mundo, y sólo admitían unos pocos alumnos. Por el camino se enteró de que el viejo general había estudiado allí y marchó decidido a ser aceptado y aprender los grandes secretos de la guerra.
Antes de entrar en la fortaleza le obligaron a abandonar todas sus armas. "No las necesitarás más. Aquí recibirás otras mejores". Caucasum, ilusionado, se desprendió de sus armas, que fueron arrojadas inmediatamente a un foso por un hombrecillo gris. Uno de los instructores, un anciano serio y poco hablador, acompañó al guerrero a su habitación, y se despidió diciendo "en 100 días comenzará el entrenamiento".¡100 días! Al principio pensó que era una broma, pero pudo comprobar que no era así. Los primeros días estaba histérico y nervioso, e hizo toda clase de tonterías para conseguir adelantar el entrenamiento. Pero no lo consiguió, y terminó esperando pacientemente, disfrutando de cada uno de los días.El día 101 tuvieron la primera sesión. "Ya has aprendido a manejar tu primera arma: la Paciencia", comenzó el viejo maestro. Caucasum no se lo podía creer, y soltó una breve risa. Pero el anciano le hizo recordar todas las estupideces que había llegado a hacer mientras estaba poseido por la impaciencia, y tuvo que darle la razón. "Ahora toca aprender a triunfar cada batalla". Aquello le sonó muy bien a Caucasum, hasta que se encontró atado a una silla de pies y manos, subido en un pequeño pedestal, con decenas de aldeanos trepando para tratar de darle una paliza. Tenía poco tiempo para actuar, pero las cuerdas estaban bien atadas y no pudo zafarse. Cuando le alcanzaron, le apalearon.
El mismo ejercicio se repitió durante días, y Caucasum se convenció de que debía intentar cosas nuevas. Siguió fallando muchas veces, hasta que cayó en la cuenta de que la única forma de frenar el ataque era acabar con la ira de los aldeanos. Los días siguientes no dejó de hablarles, hasta que consiguió convencerles de que no era ninguna amenaza, sino un amigo. Finalmente, fue tan persuasivo, que ellos mismos le libraron de sus ataduras, y trabaron tal amistad que se ofrecieron para vengar sus palizas contra el maestro. Era el día 202.
-"Ya controlas el arma más poderosa, la Palabra, pues lo que no pudieron conseguir ni tu fuerza ni tu espada, lo consiguió tu lengua".
Caucasum estuvo de acuerdo, y se preparó para seguir su entrenamiento."Esta es la parte más importante de todas. Aquí te enfrentarás a los demás alumnos". El maestro le acompaño a una sala donde esperaban otros 7 guerreros. Todos parecían fuertes, valientes y fieros, como el propio Caucasum, pero en todos ellos se distinguía también la sabiduría de las dos primeras lecciones."Aquí lucharéis todos contra todos, triunfará quien pueda terminar en pie". Y así, cada mañana se enfrentaban los 7 guerreros. Todos desarmados, todos sabios, llamaban al grupo de fieles aldeanos que conquistaron en sus segundas pruebas, y trataban de influir sobre el resto, principalmente con la palabra y haciendo un gran uso de la paciencia. Todos urdían engaños para atacar a los demás cuando menos lo esperasen, y sin llegar ellos mismos a lanzar un golpe, dirigían una feroz batalla...Pero los días pasaban, y Caucasum se daba cuenta de que sus fuerzas se debilitaban, y sus aldeanos también. Entonces cambió de estrategia. Con su habilidad de palabra, renunció a la lucha, y se propuso utilizar sus aldeanos y sus fuerzas en ayudar a los demás a reponerse. Los demás agradecieron perder un enemigo que además se brindaba a ayudarles, y recrudecieron sus combates. Mientras, cada vez más aldeanos se unían al grupo de Caucasum, hasta que finalmente, uno de los 7, llamado Tronor, consiguió triunfar sobre el resto. Tan sólo habían resistido unos pocos aldeanos junto a él. Cuando terminó y se disponía a salir triunfante, el maestro se lo impidió diciendo: "no, sólo uno puede quedar en pie".Tronor se dirigió con gesto amenazante hacia Caucasum, pero éste, adelantándose, dijo:
- ¿De veras quieres luchar?. ¿No ves que somos 50 veces más numerosos? Estos hombres lo entregarán todo por mi, les he permitido vivir libres y en paz, no tienes ninguna opción.
Cuando dijo esto, los pocos que quedaban junto a Tronor se pusieron del lado de Caucasum. ¡Había vencido!
El maestro entró entonces con una sonrisa de oreja a oreja: "de todas las grandes armas, la Paz es la que más me gusta. Todos se ponen de su lado tarde o temprano". El joven guerrero sonrió. Verdaderamente, en aquella escuela había conocido armas mucho más poderosas que todas las anteriores.Días después se despidió dando las gracias a su maestro, y volvió a palacio, dispuesto a disculparse ante el rey por su osadía. Cuando este le vio acercarse tranquilamente, sin escudos ni armas, sonriendo sabia y confiadamente, le saludó:
- ¿que hay de nuevo, General?
Pedro Pablo Sacristán

martes, 9 de junio de 2009

Se descubre la verdad y todo se desmorona…


El palacio de la mentira
Todos los duendes se dedicaban a construir dos palacios, el de la verdad y el de la mentira. Los ladrillos del palacio de la verdad se creaban cada vez que un niño decía una verdad, y los duendes de la verdad los utilizaban para hacer su castillo. Lo mismo ocurría en el otro palacio, donde los duendes de la mentira construían un palacio con los ladrillos que se creaban con cada nueva mentira. Ambos palacios eran impresionantes, los mejores del mundo, y los duendes competían duramente porque el suyo fuera el mejor.
Tanto, que los duendes de la mentira, mucho más tramposos y marrulleros, enviaron un grupo de duendes al mundo para conseguir que los niños dijeran más y más mentiras. Y como lo fueron consiguiendo, empezaron a tener muchos más ladrillos, y su palacio se fue haciendo más grande y espectacular. Pero un día, algo raro ocurrió en el palacio de la mentira: uno de los ladrillos se convirtió en una caja de papel. Poco después, otro ladrillo se convirtió en arena, y al rato otro más se hizo de cristal y se rompió. Y así, poco a poco, cada vez que se iban descubriendo las mentiras que habían creado aquellos ladrillos, éstos se transformaban y desaparecían, de modo que el palacio de la mentira se fue haciendo más y más débil, perdiendo más y más ladrillos, hasta que finalmente se desmoronó.
Y todos, incluidos los duendes mentirosos, comprendieron que no se pueden utilizar las mentiras para nada, porque nunca son lo que parecen y no se sabe en qué se convertirán.
Pedro Pablo Sacristán.

lunes, 8 de junio de 2009

Criticar a los demás, en vez de ver las cosas buenas, no tiene nada de positivo

Las lenguas hechizadas
Hubo una vez un brujo malvado que una noche robó mil lenguas en una ciudad, y después de aplicarles un hechizo para que sólo hablaran cosas malas de todo el mundo, se las devolvió a sus dueños sin que estos se dieran cuenta.
De este modo, en muy poco tiempo, en aquella ciudad sólo se hablaban cosas malas de todo el mundo: "que si este había hecho esto, que si aquel lo otro, que si este era un pesado y el otro un torpe", etc... y aquello sólo llevaba a que todos estuvieran enfadados con todos, para mayor alegría del brujo
Al ver la situación , el Gran Mago decidió intervenir con sus mismas armas, haciendo un encantamiento sobre las orejas de todos. Las orejas cobraron vida, y cada vez que alguna de las lenguas empezaba sus críticas, ellas se cerraban fuertemente, impidiendo que la gente oyera. Así empezó la batalla terrible entre lenguas y orejas, unas criticando sin parar, y las otras haciéndose las sordas...
¿Quién ganó la batalla? Pues con el paso del tiempo, las lenguas hechizadas empezaron a sentirse inútiles: ¿para qué hablar si nadie les escuchaba?, y como eran lenguas, y preferían que las escuchasen, empezaron a cambiar lo que decían. Y cuando comprobaron que diciendo cosas buenas y bonitas de todo y de todos, volvían a escucharles, se llenaron de alegría y olvidaron para siempre su hechizo.
Y aún hoy el brujo malvado sigue hechizando lenguas por el mundo, pero gracias al mago ya todos saben que lo que único que hay que hacer para acabar con las críticas y los criticones, es cerrar las orejas, y no hacerles caso.
(Pedro Pablo Sacristán)

domingo, 7 de junio de 2009

El círculo de la vergüenza…

El Principito y el borracho
Sucedió que el Principito llegó a un pequeño planeta en el que vivía un borracho. Lo encontró en silencio, sentado ante una colección de botellas, algunas vacías y oras llenas.
- ¿Qué haces ahí? – le preguntó el Principito.
- Bebo – dijo el borracho, con aire lúgubre.
- ¿Y por qué bebes? Preguntó el Principito.
- Para olvidar- respondió el borracho.
- ¿Para olvidar qué? – dijo el Principito, que ya lo compadecía.
- Para olvidar que tengo vergüenza- confesó el borracho bajando la cabeza.
- ¿Vergüenza de qué? – indagó el Principito, que deseaba socorrerle.
- ¡Vergüenza de beber! – terminó el borracho.

sábado, 6 de junio de 2009

El compartir nos hace más ricos…


Compartamos la Luz
Hu-Song, filosofo de Oriente, contó a sus discípulos la siguiente historia:"... Varios hombres habían quedado encerrados por error en una oscura caverna donde no podían ver casi nada . Pasó algún tiempo, y uno de ellos logró encender una pequeña tea. Pero la luz que daba era tan escasa que aun así no se podía ver nada. Al hombre, sin embargo, se le ocurrió que con su luz podía ayudar a que cada uno de los demás prendieran su propia tea y así compartiendo la llama con todos la caverna se iluminó".

Uno de los discípulos preguntó a Hu-Song:¿Qué nos enseña, maestro, este relato?

Y Hu-Song contestó : Nos enseña que nuestra luz sigue siendo oscuridad si no la compartimos con el prójimo. Y también nos dice que el compartir nuestra luz no la desvanece, sino que por el contrario la hace crecer.

viernes, 5 de junio de 2009

Olvidos, mentiras e irrealidades

El ciervo escondido
Un leñador de Cheng se encontró en el campo con un ciervo asustado y lo mató. Para evitar que otros lo descubrieran, lo enterró en el bosque y lo tapó con hojas y ramas. Poco después olvidó el sitio donde lo había ocultado y creyó que todo había ocurrido en un sueño. Lo contó, como si fuera un sueño, a toda la gente. Entre los oyentes hubo uno que fue a buscar el ciervo escondido y lo encontró. Lo llevó a su casa y dijo a su mujer:
-Un leñador soñó que había matado un ciervo y olvidó dónde lo había escondido y ahora yo lo he encontrado. Ese hombre sí que es un soñador.
-Tú habrás soñado que viste un leñador que había matado un ciervo. ¿Realmente crees que hubo un leñador? Pero como aquí está el ciervo, tu sueño debe ser verdadero -dijo la mujer.
-Aun suponiendo que encontré el ciervo por un sueño -contestó el marido- ¿a qué preocuparse averiguando cuál de los dos soñó?
Aquella noche el leñador volvió a su casa, pensando todavía en el ciervo, y realmente soñó, y en el sueño soñó el lugar donde había ocultado el ciervo y también soñó quién lo había encontrado. Al alba fue a casa del otro y encontró el ciervo. Ambos discutieron y fueron ante un juez, para que resolviera el asunto. El juez le dijo al leñador:
-Realmente mataste un ciervo y creíste que era un sueño. Después soñaste realmente y creíste que era verdad. El otro encontró el ciervo y ahora te lo disputa, pero su mujer piensa que soñó que había encontrado un ciervo que otro había matado. Luego, nadie mató al ciervo. Pero como aquí está el ciervo, lo mejor es que se lo repartan.
El caso llegó a oídos del rey de Cheng y el rey de Cheng dijo:
-¿Y ese juez no estará soñando que reparte un ciervo?
FIN (Anónimo chino)

jueves, 4 de junio de 2009

El temor a lo desconocido...


El asno de Kuichú
Nunca se había visto un asno en Kuichú, hasta el día en que un excéntrico, ávido de novedades, se hizo llevar uno por barco. Pero como no supo en qué utilizarlo, lo soltó en las montañas.
Un tigre, al ver a tan extraña criatura, lo tomó por una divinidad. Lo observó escondido en el bosque, hasta que se aventuró a abandonar la selva, manteniendo siempre una prudente distancia.
Un día el asno rebuznó largamente y el tigre echó a correr con miedo. Pero se volvió y pensó que, pese a todo, esa divinidad no debía de ser tan terrible. Ya acostumbrado al rebuzno del asno, se le fue acercando, pero sin arriesgarse más de la cuenta.
Cuando ya le tomó confianza, comenzó a tomarse algunas libertades, rozándolo, dándole algún empujón, molestándolo a cada momento, hasta que el asno, furioso, le propinó una patada. "Así que es esto lo que sabe hacer", se dijo el tigre. Y saltando sobre el asno lo destrozó y devoró.
¡Pobre asno! Parecía poderoso por su tamaño, y temible por sus rebuznos. Si no hubiese mostrado todo su talento con la coz, el tigre feroz nunca se hubiera atrevido a atacarlo. Pero con su patada el asno firmó su sentencia de muerte.
FIN (Anónimos chino)

miércoles, 3 de junio de 2009

Con o sin corazón... nosotros decidimos

La crisis, la zorra y los peces
Cuenta la leyenda* que al crear Dios a los animales, le dio jurisdicción sobre todos ellos al Ángel de la Muerte, pero que para que fuera efectiva, el ángel debía tirar al mar a un ejemplar de cada criatura.
El ángel comenzó a hacerlo, y al ver esto la zorra comenzó a llorar.
- ¿Por qué lloras?, preguntó el ángel.
- Lloro por mi compañero que tiraste al mar
- ¿Dónde está tu compañero?, volvió a preguntar el ángel.
La zorra se aproximó a la orilla, y al ver la imagen de ésta reflejada en el agua, el ángel pensó que esa era la que había tirado, y así la zorra pudo escapar.
Un año después Leviatán, el señor del mar, reunió a todos sus súbditos y vio que faltaba la zorra. Al pedir explicaciones, le contaron lo que había pasado y sintió una fuerte envidia por la astucia de la zorra. Mandó entonces a los peces a que la trajeran delante suyo.
Al encontrarla, los peces comenzaron a alabar su inmensa inteligencia hasta que la convencieron de acompañarlos al fondo del mar. Pronto la zorra se arrepintió, y trató de salvarse:
- Díganme la verdad – dijo – ¿para qué me trajeron?
- Nuestro amo, Leviatán, siente envidia de tu inteligencia y quiere arrancarte el corazón y devorarlo, para volverse tan sabio como tú.
- ¿Por qué no me lo dijisteis antes – respondió la zorra – hubiera traído mi corazón y Leviatán se los hubiera agradecido, pero ahora estáis en apuros. Es una costumbre entre las zorras dejar su corazón en el lugar donde vivimos, vamos de acá para allá sin él y sólo lo tomamos cuando lo necesitamos.
Aterrados de pensar en no poder cumplir con su misión, los peces llevaron de vuelta a la zorra a tierra firme para que buscara su corazón. Antes de escapar de ellos para siempre, la zorra les dijo:
- ¡Tontos!, ¿existe acaso en el mundo alguna criatura que pueda existir sin corazón?
Al ver esta escena, el Ángel de la Muerte decidió desmentir a la zorra, y pidió a Dios que creara una criatura que pudiera vivir sin corazón.
- ¡Sea! – dijo Dios (que por algo era Dios) – crearé una criatura capaz de vivir sin corazón, pero también será capaz de arrancarse un pedazo del suyo para dárselo a quien lo perdió. Y sólo él podrá decidir cuál de esos caminos tomará.
Y creó al hombre.
(Anónimo)

martes, 2 de junio de 2009

La verdadera riqueza…

El diamante del viajero
Un caminante había llegado a las afueras de la aldea y acampó bajo un árbol para pasar la noche.
De pronto llegó corriendo hasta él un habitante de la aldea y le dijo:
- ¡La Piedra! ¡La Piedra! ¡Dame la piedra preciosa!
- ¿Qué piedra?- preguntó el caminante. No sabía de que le hablaba aquel hombre.
- La otra noche se me apareció alguien en el sueño - dijo el aldeano - y me aseguró que si venía al anochecer, a las afueras de la aldea, encontraría a un caminante que me daría una piedra preciosa que me haría rico para siempre. El caminante buscó en su bolsa y extrajo una piedra
- Probablemente se refería a esta - dijo mientras entregaba la piedra al aldeano.
La encontré en un sendero del bosque hace unos días. Puedes quedarte con ella.
El hombre se quedó mirando la piedra con asombro.
¡Era un diamante! Tal vez el mayor diamante del mundo, pues era tan grande como la mano del hombre.

Tomó el diamante y se marchó corriendo. Pasó la noche dando vueltas en la cama, incapaz de dormir y temeroso de que le robaran.
Al día siguiente, al amanecer, fue a despertar al caminante y le dijo:
- ¡Dame la riqueza!!
- ¿A que riqueza te refieres? Ayer te entregué la piedra.
- La riqueza que te permite desprenderte con tanta facilidad de este diamante.

lunes, 1 de junio de 2009

Lo bueno …¿lo vemos?

SUMAS
Recuerdo perfectamente que una noche, en la parrilla del hotel Ritz, unpanameño, Ricardo Pino, hombre extraordinario, empezó una sesión escribiendo en una pizarra unos números; eran simplemente unas sumas.Escribió seis sumas y en dos de ellas había equivocaciones, las otras cuatro estaban bien. Al terminar las seis sumas pidió al auditorio que, por favor,le hicieran comentarios de lo hecho. Todo el mundo se le echó encima diciendo:atención a la suma No.3, le falta el signo de suma, y 4 mas 6 no son 8, sino 10; y llevamos 1; y en la No.5 pasa que 2+2 no son cinco.
El fue preguntando, ¿no hay nadie que tenga nada mas que decirme respecto al trabajo que he hecho?; nadie contesto y el, volviéndose al auditorio, dijo:pensemos que desafortunadamente la relación nuestra ante una pizarra conseis sumas, cuatro de las cuales estaban bien y dos mal, es la que hemos tenido:nos dedicamos a criticar y a chillar contra las dos sumas que no estaban bien,pero no felicitamos al autor por las cuatro que ha hecho bien. Igualacostumbramos a hacer en la vida. Este es realmente el trato que damos a nuestras relaciones humanas…
Sepamos decir una palabra de elogio, una palabra de agradecimiento por lascosas que están bien y que nos gustan, veremos que con ello estimularemos alos demás a hacer las cosas mejor y al mismo tiempo nos sentiremos massatisfechos de nosotros mismos al ser sensible a todo lo bueno y lo bello que nos rodea.
Al juzgar, tengamos en cuenta que debemos aportar luz y no calor, y que"LAS FALTAS SON GRANDES CUANDO EL AMOR ES PEQUEÑO".
Para ser sensibles ante el prójimo hay que dedicarle tiempo.
(Anónimo)