Un mundo de ILUSIONES

Este lugar es habitado por las niñas y los niños perdidos liderados por el héroe o quizás heroína, Peter Pan. La población de dicho país agrupa también a temibles piratas como el Capitán Garfio y salvajes indios. Otros tipos de seres como el hada, Campanilla y el Cocodrilo que se llevó la mano del Capitán Garfio habitan este lugar donde el tiempo no avanza y las aventuras predominan por cualquier rincón. De acuerdo con la leyenda, si alguien desea llegar a este lugar deberá de girar la segunda estrella a la derecha, volando hasta el amanecer.

sábado, 27 de febrero de 2010

La persona que mira…


LA BELLEZA

La mitad de la belleza depende del paisaje;
y la otra mitad de la persona que la mira...
Los más brillantes amaneceres; los más románticos atardeceres;
los paraísos más increíbles;
se pueden encontrar siempre en el rostro de las personas queridas.
Cuando no hay lagos más claros y profundos que sus ojos;
cuando no hay grutas de las maravillas comparables con su boca;
cuando no hay lluvia que supere a su llanto;
ni sol que brille más que su sonrisa......

La belleza no hace feliz al que la posee;
sino a quien puede amarla y adorarla.
Por eso es tan lindo mirarse cuando esos rostros
se convierten en nuestros paisajes favoritos....



(HERMAN HESSE)

viernes, 26 de febrero de 2010

Todos tenemos un brazo izquierdo

Fuerza en la debilidad
Un joven de 15 años sufrió un accidente con su ciclomotor y tuvieron que amputarle el brazo izquierdo. Luego de un año de recuperación decidió aprender Judo. Su Sensei (maestro) era un anciano experto en este arte marcial.
Al cabo de tres meses y pese a demostrar gran entusiasmo, el maestro sólo le había enseñado un movimiento. Lo aprendió a la perfección, pero comenzó a aburrirse. Pidió que le enseñara más; le dijo que por ahora era todo lo que él necesitaría aprender.
Cansado de repetir hasta el cansancio la misma toma miles de veces, abandonó la práctica.
Una tarde recibió un llamado del maestro invitándolo a competir en un torneo.
Luego de varias rondas clasificó para disputar la final. Su adversario era grande y demostraba mucha destreza. El sentía poca confianza pero el maestro lo alentaba a continuar.
Fue una larga lucha, su oponente perdía concentración. Rápidamente, el muchacho aprovechó esto y logró vencerlo.
De regreso a casa el muchacho preguntó: "¿Cómo pude ganar un torneo con sólo un movimiento?"
El Sensei contestó: "Tú has logrado dominar uno de los movimientos más difíciles en el judo. La única defensa contra esa toma era que tu rival se agarrase de tu brazo izquierdo".
(Anónimo)

jueves, 25 de febrero de 2010

Cuidemos a quien tenemos...

REGANDO MI JARDIN
Había una joven muy rica, que tenía todo: un hogar, un marido maravilloso, hermosos hijos, un empleo que le daba muchísimo bienestar económico, una familia unida. Lo extraño es que ella no conseguía conciliar todo eso, el trabajo y sus quehaceres le ocupaban todo el tiempo y su vida siempre estaba deficitaria en algo.
Si el trabajo le consumía tiempo, ella lo quitaba de los hijos;, si surgían problemas ella dejaba de lado al marido... Y así, las personas que ella amaba eran siempre dejadas para después.
Hasta que un día, su padre, un hombre sabio, le dio un regalo: una flor rarísima, de la cual sólo había un ejemplar en todo el mundo. Y le dijo: Hija, está flor te va a ayudar mucho, ¡más de lo que ahora te imaginas!
Tan solo tendrás que regarla y podarla de vez en cuando y, a veces, conversar un poco con ella; y ella te dará a cambio ese perfume maravilloso y esas maravillosas flores. La joven quedó muy emocionada, a fin de cuentas, la flor era de una belleza sin igual.
Pero el tiempo fue pasando, los problemas surgieron, el trabajo consumía todo su tiempo, y su vida, que continuaba confusa, no le permitía cuidar de la flor. Ella llegaba a casa, miraba la flor y las flores todavía estaban allí, no mostraban señas de flaqueza o muerte, simplemente "estaban allí", lindas perfumadas. Entonces ella pasaba de largo.
Hasta que un día, sin más ni menos, la flor murió. Ella llegó a casa ¡y se llevó un susto! La flor estaba completamente muerta, su raíz estaba reseca, sus flores caídas y sus hojas amarillas. La joven lloró mucho, y contó a su padre lo que había ocurrido.
Su padre entonces respondió: Yo ya me imaginaba que eso ocurriría, y no te puedo dar otra flor, porque no existe otra flor igual que esa, ella era única, al igual que tus hijos, tu marido, tu familia, tus amigos. Todos son bendiciones y tú tienes que aprender a regarlos, podarlos y darles atención, pues igual que la flor, los sentimientos también mueren. Te acostumbraste a ver la flor siempre allí, siempre florida, siempre perfumada y te olvidaste de cuidarla.
(Anónimo)

miércoles, 24 de febrero de 2010

¡ Dejemos secar la ira !


Mariana se puso toda feliz por haber ganado de regalo un juego de té de color azul.
Al día siguiente, Julia, su amiguita, vino bien temprano a invitarla a jugar. Mariana no podía pues saldría con su madre aquella mañana. Julia entonces pidió a Mariana que le prestara su juego de té para que ella pudiera jugar sola en el jardín del edificio en que vivían. Ella no quería prestar su flamante regalo pero ante la insistencia de la amiga decidió, hacer hincapié en el cuidado de aquel juguete tan especial.
Al volver del paseo, Mariana se quedó pasmada al ver su juego de té tirado al suelo. Faltaban algunas tazas y la bandeja estaba rota. Llorando y muy molesta Mariana se desahogó con su mamá ¿ves mamá lo que hizo Julia conmigo?
Le presté mi juguete y ella lo descuidó todo y lo dejó tirado en el suelo.
Totalmente descontrolada Mariana quería ir a la casa de Julia a pedir explicaciones, pero su madre cariñosamente le dijo: Hijita, ¿te acuerdas de aquel día cuando saliste con tu vestido nuevo todo blanco y un coche que pasaba te salpicó de lodo tu ropa? Al llegar a casa querías lavar inmediatamente el vestido pero tu abuelita no te dejó ¿Recuerdas lo que dijo tu abuela? Ella dijo que había que dejar que el barro se secara, porque después sería más fácil quitar la mancha.
Así es hijita, con la ira es lo mismo, deja la ira secarse primero, después es mucho más fácil resolver todo.
Mariana no entendía todo muy bien, pero decidió seguir el consejo de su madre y fue a ver el televisor. Un rato después sonó el timbre de la puerta.
Era Julia, con una caja en las manos y sin mas preámbulo ella dijo:
- Mariana, ¿recuerdas al niño malcriado de la otra calle, el que a menudo nos molesta? Él vino para jugar conmigo y no lo dejé porque creí que no cuidaría tu juego de té pero el se enojó y destruyó el regalo que me habías prestado. Cuando le conté a mi madre ella preocupada me llevó a comprar otro igualito, para ti. ¡Espero que no estés enojada conmigo. No fue mi culpa.!
- ¡No hay problema!, dijo Mariana, ¡mi ira ya secó! Y dando un fuerte abrazo a su amiga, la tomó de la mano y la llevó a su cuarto para contarle la historia del vestido nuevo que se había ensuciado de lodo.
(Anónimo)

martes, 23 de febrero de 2010

Un corazón con las puertas abiertas

Un hombre había pintado un cuadro muy lindo. El día de la presentación al público, asistieron las autoridades locales, fotógrafos, periodistas y mucha gente, pues se trataba de un famoso pintor, reconocido artista.
Llegado el momento, se tiró el paño que revelaba el cuadro. Hubo un caluroso aplauso. Era una impresionante figura de Jesús tocando suavemente la puerta de una casa, parecía querer oír si adentro de la casa alguien le respondía. Hubo discursos y elogios. Todos admiraban aquella preciosa obra de arte. Un observador muy curioso, encontró una falla en el cuadro. La puerta no tenía cerradura, y se fue a preguntar al artista:
-Su puerta no tiene cerradura ¿Cómo hace para abrirla?
-Así es, respondió el pintor, porque esa es la puerta del corazón del hombre. Sólo se abre por dentro.
Anónimo

viernes, 19 de febrero de 2010

¿Para qué vivir como si fuésemos a quedarnos?

EL TURISTA Y EL SABIO
Se cuenta que en el siglo pasado, un turista americano fue a la ciudad de El Cairo, Egipto con la finalidad de visitar a un famoso sabio.
El turista se sorprendió al ver que el sabio vivía en un cuartito muy simple y lleno de libros.
Las únicas piezas de mobiliarios eran una cama, una mesa y un banco.
Donde están sus muebles?, preguntó el turista.
Y el sabio, rápidamente, también pregunto: ¿Y donde están los suyos... ?
¿Los míos?, se sorprendió el turista.
¡Pero si yo estoy aquí solamente de paso! Yo también... concluyó el sabio.
Huang Shi Quang

jueves, 18 de febrero de 2010

La honestidad, sobre todas las cosas...

LOS POLLOS
"He aqui que un hombre entró en una pollería. Vió un pollo colgado y, dirigiéndose al pollero, le dijo:
-Buen hombre, tengo esta noche en casa una cena para unos amigos y necesito un pollo. ¿cuánto pesa éste?
El pollero repuso:
-Dos kilos, señor.
El cliente meció ligeramente la cabeza, en un gesto dubitativo, y dijo:
-Éste no me vale entonces. Sin duda, necesito uno más grande.
Era el único pollo que quedaba en la tienda. El resto de los pollos se habían vendido. El pollero, empero, no estaba dispuesto a dejar pasar la ocasión.
Cogió el pollo y se retiró a la trastienda, mientras iba explicando al cliente:
-No se preocupe, señor, enseguida la traeré un pollo mayor.
Permaneció unos segundos en la trastienda. Acto seguido apareció con el mismo pollo entre las manos, y dijo:
-Éste es mayor, señor. Espero que sea de su agrado.
-¿Cuánto pesa éste? -preguntó el cliente.
-Tres kilos -contestó el pollero sin dudarlo un instante.
Y entonces el cliente dijo:
-Bueno, me quedo con los dos."
Cuento clásico de la India

miércoles, 17 de febrero de 2010

La PAZ

LOS TRES PRÍNCIPES Y LA PLUMA DE LA PAZ
Había una vez un Rey que tenía tres hijos. Era un Rey muy malo porque tenía planes malvados. Un día un hijo suyo lo descubrió e intentó detenerlo y entonces el Rey mandó que lo introdujeran en un pudridero. Otro hijo fue a rescatar a su hermano pero lo descubrieron, entonces él también fue atrapado. El Rey se sentía angustiado por lo que había hecho con sus hijos y ordenó a sus caballeros que los sacaran.
Los meses pasaron, el Rey enfermó y al poco tiempo falleció. Antes de que esto sucediera, dejó una nota informando a sus hijos, que rey sería aquel que ganara una competencia de valentía. La competencia consistía en luchar contra el Dragón de la Montaña Roja. Los tres hermanos aceptaron el desafío y partieron hacia allá.
El camino era largo y espantoso porque siempre era de noche y nunca se veía el sol. El Dragón de la Montaña Roja era un enorme animal con cuerpo de serpiente, cola de león, patas de caballo y alas de águila. Su cola era un arma terrible. Podía volar y echar fuego por la boca. Al llegar al pie de la montaña los tres hermanos decidieron llevar a cabo el desafío haciéndolo cada uno por su lado. Entonces llegaron a un acuerdo y por sorteo le tocó al hermano menor ir primero a intentarlo.
Cuando el hermano pequeño llegó al pie de la montaña, descubrió que había una entrada secreta, en forma de cueva, que estaba tapada por el boscaje, decidió entrar y lo que vio fue un monstruo fuerte y feo que le atacó sin piedad, pero el apuesto Príncipe se defendió y lo mató con su espada.
Pero cuando el Príncipe se dio la vuelta victorioso y dispuesto a salir de la cueva para contarle a sus hermanos su triunfo un terrible sonido le dejó inmovilizado de terror, un viento helado surgió de su espalda y aunque le dieron ganas de salir corriendo, la curiosidad le venció y volvió su rostro hacia atrás y cual fue su sorpresa, que al girarse, se encontró con un niño. El Príncipe le preguntó cómo había llegado hasta la cueva, y el niño respondió que había sido hechizado por una bruja malvada, encerrándolo en el corazón del monstruo y que al derrotarle había quedado liberado del hechizo y así los dos juntos salieron de la cueva dando saltos de alegría.
Fueron corriendo a contárselo a los otros dos Príncipes, y los cuatro se alegraron mucho de verse. El Príncipe más pequeño le contó a sus hermanos lo que había pasado. Los otros dos hermanos se quedaron muy sorprendidos y le preguntaron al niño: «¡es verdad eso! y ¿por qué te hechizaron?» y el niño contestó: «porque yo era el Príncipe de Francia y quería casarme con la Princesa de Italia». Esas palabras extrañaron a todos y pronto se dieron cuenta de que el niño hablaba con acertijos, por lo que su felicidad no podía ser completa, por eso decidieron enviarlo a su castillo para que descansara y pudiera recuperarse de la terrible experiencia que había vivido.
Cuando los tres Príncipes se quedaron solos se abrazaron y cada uno se marchó por un camino diferente hacia la cima de la Montaña Roja donde vivía el Dragón contra el que tenían que luchar, pero de pronto sopló un viento muy fuerte, el cuál hizo que los tres Príncipes se encontraran con el Dragón, que era más grande que un castillo de un millón de pisos. Los tres se aterrorizaron y se marcharon corriendo. Pero a mitad de camino, los tres Príncipes se dieron la vuelta y demostrando su valentía se dispusieron a luchar contra el Dragón y tras una intensa pelea consiguieron vencerle. Al cabo de unos instantes el Dragón se fue transformando lentamente en un anciano que les dijo que había sido hechizado por un malvado Rey, que a su vez era un temible brujo, y este brujo era el padre de los tres Príncipes.
Entonces los Príncipes al conocer la noticia quedaron decepcionados. La maldad de su padre había quedado sembrada por todo el reino y ellos no querían heredar nada que estuviese relacionado con el Rey (su padre). Renunciaron al reino y disfrazándose de simples campesinos emprendieron camino hacia un lejano lugar.
Viajaron hasta llegar a una tierra desconocida lejos de la maldad de su padre. Los tres hermanos sufrieron mucho pues estaban acostumbrados a la vida lujosa del palacio y el campo era algo muy diferente. Por días enteros, sufrieron hambres y miserias hasta que un día su suerte cambió, encontraron un Ave Fénix que les dijo que si rozaban a cada niño que naciera con una de sus plumas, lograrían encontrar la paz que tanto ansiaban. Entusiasmados con la idea los tres hermanos celebraron su dicha dándose abrazos y emitiendo pequeños gritos. El menor de los Príncipes tomó la pluma que el Fénix le ofrecía. Al tocarla una sensación cálida nació en la punta de sus dedos, la cual le protegió del frío. Sus hermanos le imitaron y juntos partieron rumbo a la aventura. Pero al cabo de un rato, un cuervo les robó la pluma y se la llevó a la montaña donde habitaba, un alejado lugar donde moraban pájaros gigantescos, animales tan antiguos como el principio de la Tierra. El cuervo escondió la pluma en su nido, donde sus crías esperaban desde hacía tiempo el calor suficiente para salir de su cáscara y la pluma se lo proporcionó. Cuando nacieron fue inevitable que rozaran la pluma del Ave Fénix, lo que provocó en los Príncipes un gran desasosiego, ya que las crías del cuervo eran tan malas como él, pero sucedió que cuando las crías del cuervo rozaron la pluma murieron todas porque la pluma del Ave Fénix podía vencer la maldad.
Pero todas no eran crías de cuervo; también había en el nido un huevo de paloma y con el calor que le proporcionó la pluma nació una preciosa y blanca paloma, símbolo de la paz, que ayudaría a los Príncipes a llevar en el pico la pluma del Ave Fénix por todas partes del mundo, rozando con ella a todos los niños recién nacidos. Así se fue extendiendo la paz por la tierra que, poco a poco, se fue transformando en un lugar lleno de paz, armonía y felicidad. Y así los tres príncipes volvieron a su reino dónde vivieron los tres, juntos, felices y contentos. Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.
(Anónimo)

martes, 16 de febrero de 2010

Como aprender a vivir


LA ABUELA LOCA
Mi abuela está loca. Tiene el pelo largo, teñido de rosa chicle, siempre está inventando canciones y bailando, le da lo mismo que sea una canción de los "Rolling", de "El Fari" o lo último de los "cuarenta". Le encantan los ordenadores, que maneja a la perfección. Su buzón de Internet está permanentemente plagado de mensajes de personas de todos los países y de todas las edades, amigos que ha ido encontrando en sus múltiples incursiones por el mundo cibernético. Ella siempre dice que el progreso nos llevará a los jóvenes por el camino de la paz. En este mundo, que nos pintan gris, que nos filman destruido, ella dice que nosotros, los niños del 2000, tenemos en nuestras manos el planeta y no debemos permitir que los adultos nos lo dejen hecho una marranada.
Mi abuela piensa también que los animales son más racionales que los hombres y por ello quiere que miremos al mundo animal y lo imitemos en sus comportamientos, que nos metamos en el mar y nademos como los delfines, que seamos tan leales como los perros, tan independientes como los gatos, que cantemos como los pájaros, que defendamos a nuestros hijos como los leones, que descansemos como los osos cuando estemos cansados y corramos como los conejos cuando tengamos ganas de sentirnos libres, que trabajemos como las hormigas en grupo, que saltemos como los canguros para intentar coger las estrellas, que nos subamos a los árboles y nos colguemos boca abajo como el oso perezoso para así, ver las cosas desde otra perspectiva. Que nos adaptemos a nuestro hábitat y, como además somos inteligentes, que intentemos cambiarlo para poder vivir mejor.
Para ello nos propone reír siempre que estemos contentos para hacer felices a los que nos rodean y llorar a moco tendido cuando tengamos un mal momento, sin ningún complejo, porque las lagrimas te limpian el alma y un alma limpia es el mejor remedio contra la tristeza y el mejor aliado de la paz.
Mi abuela está chiflada se viste con zapatos de suplemento, sus colores preferidos los saca del arco iris y se los pone para alegrar la ciudad, siempre tan sucia y siempre tan oscura. No usa bolsos, prefiere las mochilas que le permiten moverse con libertad mientras pasea por las calles bailando como la niña que aún sigue siendo, mientras tararea alguna cancioncilla de su propia cosecha.
Mi querida abuela me anima para que estudie y para que aprenda todo lo que puedan enseñarme, dice que la sabiduría no se puede imponer, que tiene que adquirirse con el paso de los años, que son los ancianos los que están más cerca de la muerte de los que tenemos que aprender a vivir, porque ellos han conseguido llegar a la vejez y hoy en día llegar a viejo ha dejado de ser el propósito de los mas jóvenes que creemos que es mejor morir antes de tener arrugas, sin darnos cuenta que eso es un síntoma de cobardía y no de rebeldía...
(Anónimo)

lunes, 15 de febrero de 2010

Unir las diferencias

De cómo Rapigato y Gatontuelo se hicieron amigos
En la lejana Ciudad Gatonesa, vivían muchísimos gatos. Pero sólo dos eran los más famosos y conocidos: Rapigato y Gatontuelo. Ellos eran dos personajes muy especiales en esa ciudad, y muy queridos por todos, pero entre ellos eran totalmente enemigos. ¡Es que eran tan diferentes el uno del otro!
Rapigato decía que le fastidiaba hablar con Gatontuelo porque era muy tonto y nunca tenía un tema interesante de qué hablar, además de ser súper lento para todo y muy aburrido. Gatontuelo, por su parte, opinaba que Rapigato era un fanfarrón insoportable, que tenía «aires» de súper héroe, y que no se podía ni hablar con él porque siempre andaba apurado, y pasaba de un lado a otro muy rápidamente. Por eso, nunca se los veía juntos, salvo cuando se reunían todos los habitantes de Ciudad Gatonesa para tratar de solucionar algún problema.
Y últimamente, tenían un grave problema que no sabían como resolver. Es que a éstos gatos, les gustaba mucho comer queso, era su comida preferida, porque para ellos, no había nada más rico que eso. Pero ese no era todo el problema, lo grave de la situación era que muy cerca de allí, había un pueblo llamado Ratolandia, cuyos habitantes eran pequeños ratones. Y cuando caía la noche en Ciudad Gatonesa, todos los ratolandeses salían de sus cuevas e invadían la ciudad vecina dejándolos sin queso. Y eso, para ellos, era imperdonable. Había que buscar una solución… ¡pero pronto!
Ya habían intentado dejando como vigilantes a Gatomisario (el comisario de la ciudad) y a sus Gatolicías (los policías) durante toda la noche. Pero siempre pasaba lo mismo: en algún momento todos se dormían, y entonces los ratolandeses aprovechaban y les comían todo el queso. Después empezaron a probar suerte turnándose para hacer guardia, dos gatos por noche, pero ninguno de ellos logró vencer el sueño. Hasta que por fin, una noche les llegó el turno a Rapigato y Gatontuelo, ¡los dos juntos! Ellos estaban muy enojados, así que ni se hablaban. Rapigato empezó a recorrer la ciudad, de un lado para el otro, para ver si descubría a algún ratón. Pero lo hacía tan rápidamente, que muy pronto se tuvo que sentar a descansar, y al final, se terminó durmiendo. Gatontuelo, en cambio, era tan lento, que era imposible cansarse a su paso. Cuando apenas había terminado de recorrer algunas cuadras, aparecieron los ratones, y como era tan tonto, en vez de intentar atraparlos, se puso a charlar con ellos. Los ratones sorprendidos, lo escuchaban, y Gatontuelo entonces, se puso a contar chistes… Primero les contó un montón de chistes divertidos, y los ratolandeses no podían parar de reírse. Pero luego, empezó a contar chistes que no tenían ninguna gracia, y eran tan aburridos, que los ratones se terminaron durmiendo. Gatontuelo, no lo dudó ni un instante, despertó a Rapigato, y juntos cargaron a todos los ratones en una gran canasta. Y así, Rapigato, valiéndose de su velocidad, los llevó muy, muy lejos de la ciudad, para que nunca pudieran regresar.
Cuando amaneció en Ciudad Gatonesa, Rapigato ya estaba de regreso y junto a Gatontuelo, contaron a todos lo sucedido. Y estaban tan felices, que hasta se abrazaron emocionados. Toda la ciudad cantaba de alegría por sus nuevos héroes. Y ellos, sonreían felices mientras firmaban autógrafos y posaban para las fotos de la prensa gatuna.
Y desde ese día, Rapigato y Gatontuelo fueron muy amigos, porque comprendieron que uniendo sus diferencias, y ayudándose mutuamente, fueron mucho más fuertes y hasta pudieron salvar a su ciudad, cosa que solos, nunca hubieran logrado.
(Anónimo)

domingo, 14 de febrero de 2010

Distintas formas de ver lo acontecido


Al regresar el maestro a su apartamento modesto, encuentra la puerta abierta y la habitación vacía. “Maestro, nos han despojado de todo”, dice el discípulo.
Pero el maestro sonríe, se sienta tranquilamente sobre el suelo de esterilla y dice, señalando al cielo:
“El ladrón no ha podido quitarnos lo mejor de esta casa: la luna vista desde la ventana”.
Autor: Juan Masià.-Vivir y pensar en la frontera

sábado, 13 de febrero de 2010

Ser un@ mism@

LA ELEFANTA QUE QUERÍA SER JIRAFA
Había una vez una elefanta que vivía feliz en su pueblo. Un día, mirando la televisión quedó fascinada con el Gran Desfile «Jirafa`s Moda Show», con las mejores modelos de Jirafancho Dottof y Roberto Jirofandio.
- ¡Cómo me gustaría ser una famosa modelo! -decía la elefanta sin dejar de mirar el Show-.
Entonces se puso a pensar, ya que no podía sacarse esa idea de la cabeza. Pensó y pensó durante un largo rato, hasta que por fin se le ocurrió una gran idea, hacer una dieta.
Y desde ese día empezó a comer cada vez menos. Al principio iba todo bien tal cual lo había planeado… ¡si hasta se notaba más flaca al mirarse al espejo!. Pero el problema era que para hacer semejante sacrificio, tuvo que alejarse de sus amigos elefantes, porque éstos comían todo el tiempo y ella no podía resistir la tentación.
Así fue como empezó a quedarse sola, ya que sus amigos, cansados de que nunca quisiera salir con ellos, dejaron de invitarla.
- ¡Esto de ser flaca sí que cuesta mucho! –pensaba tristemente la elefanta-.
Pasó el tiempo, y después de muchos sacrificios, logró por fin estar mucho más flaca, pero también estaba ojerosa, un poco débil y mucho más fea, ya que un elefante flaco nunca puede ser muy lindo.
Sus vecinos del barrio la miraban extrañados… es que empezaba a verse muy diferente al lado de los de su especie, y esto llamaba mucho la atención.
Fue entonces que la elefanta pensó que ya nada tenía que hacer al lado de sus gordos amigos, y decidió irse a vivir a Jiraflandia, la ciudad de las jirafas, donde creía que ya estaba lista para convertirse en una Súper Modelo.
¡Pero que desilusión que se llevó! Todas las jirafas la miraban como a una extraña! y nadie aceptó incluirla en sus desfiles.
Es que para ser delgada como una jirafa, aún seguía siendo muy gorda, y para ser una verdadera elefanta… ¡estaba demasiado flaca!
Ahora se sentía peor que nunca, porque no sabía cual era su verdadero lugar, bueno, en realidad sí lo sabía, pero no estaba muy segura de querer aceptarlo.
Finalmente, después de mucho pensar, se dio cuenta de que lo que quería lograr era imposible, porque era como pedirle a una jirafa que sea tan gorda como un elefante… ¡eso nunca sería posible!. Y aunque lo fuera ¿se imaginan lo fea que quedaría?
- Cada uno es como es -reflexionó la elefanta- Lástima que no lo pensé antes de arruinar tantos meses de mi vida intentando ser otra, haciendo terribles sacrificios para convertirme en una modelo famosa, como esas altas y delgadas jirafas. Si era tan feliz antes, estaba rodeada de amigos, y todos me querían como era… ¿para qué cambiar mi imagen?. Si cada ser es único e irrepetible, ¿para qué quiero parecerme tanto a alguien que no soy? –sollozaba tristemente- Ahora estoy sola, triste, y arrepentida de todo lo que hice.
Y así fue que decidió volver a su pueblo, junto a sus vecinos y amigos, y pedirles perdón, porque últimamente no los había tratado nada bien.
Todos allí la perdonaron, y le organizaron una fiesta de Bienvenida, donde no faltaron tortas, pasteles, y muchas cosas ricas.
La elefanta, que ya estaba cansada de pasar hambre, comió de todo y se sintió muy contenta de volver a ser una elefanta «normal».
Y desde ese día ya no quiso parecerse más a nadie, sólo quiso ser ella misma… ¡Y así sí que vivió feliz!
(Anónimo)

viernes, 12 de febrero de 2010

Quizás haya que buscar entre lo que un@ ya tiene

El pequeño pez

—Usted perdone —le dijo un pez a otro—. Usted es más viejo y tiene más experiencia que yo, y probablemente pueda ayudarme. Dígame, ¿dónde puedo encontrar eso que llaman Océano? He buscado por todas partes y no lo puedo encontrar.

—El Océano —respondió el viejo pez— es donde estás ahora mismo.
—¿Esto? Pero si esto no es más que agua… Lo que yo busco es el Océano —contestó el joven pez. Y se marchó decepcionado a buscar en otra parte.
(Anónimo)

sábado, 6 de febrero de 2010

Volar juntos, pero jamás atados

AMOR SIN ATADURAS
Cuenta una vieja leyenda de los indios Sioux, que una vez llegaron hasta la tienda del viejo brujo de la tribu, tomados de la mano, Toro Bravo, el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros, y Nube Azul, la hija del cacique y una de las más hermosas mujeres de la tribu...

-Nos amamos...- empezó el joven

-Y nos vamos a casar....- dijo ella.

-Y nos queremos tanto que tenemos miedo, queremos un hechizo, un conjuro, o un talismán. Algo que nos garantice que podremos estar siempre juntos, que nos asegure que estaremos uno al lado del otro hasta encontrar la muerte.

-Por favor, -repitieron - hay algo que podamos hacer?

El viejo los miró y se emocionó al verlos tan jóvenes, tan enamorados.y tan anhelantes esperando su palabra...

-Hay algo,-dijo el viejo- pero no sé.....es una tarea muy difícil y sacrificada.
Nube Azul...-dijo el brujo- ¿ves el monte al norte de nuestra aldea? Deberás escalarlo sola y sin más armas que una red y tus manos, deberás cazar el halcón más hermoso y vigoroso del monte. Si lo atrapas, deberás traerlo aquí con vida el tercer día después de luna llena. ¿Comprendiste?

-Y tú, Toro Bravo -siguió el brujo- deberás escalar la montaña del trueno. Cuando llegues a la cima, encontrarás la más brava de todas las águilas, y solamente con tus manos y una red, deberás atraparla sin heridas y traerla ante mí, viva, el mismo día en que vendrá Nube Azul. ¡Salgan ahora!

Los jóvenes se abrazaron con ternura y luego partieron a cumplir la misión encomendada, ella hacia el norte y él hacia el sur. El día establecido, frente a la tienda del brujo, los dos jóvenes esperaban con las bolsas que contenían las aves solicitadas.

El viejo les pidió que con mucho cuidado las sacaran de las bolsas. Eran verdaderamente hermosos ejemplares.

-Y ahora ¿qué haremos?, -preguntó el joven- ¿los mataremos y beberemos el honor de su sangre?

-No - dijo el viejo.

-¿Los cocinaremos y comeremos su carne?- propuso la joven.

-No -repitió el viejo. Harán lo que les digo: tomen las aves y átenlas entre sí por las patas con estas tiras de cuero. Cuando las hayan anudado, suéltenlas y que vuelen libres...

El guerrero y la joven hicieron lo que se les pedía y soltaron los pájaros. El águila y el halcón intentaron levantar vuelo pero sólo consiguieron revolcarse por el piso. Unos minutos después, irritadas por la incapacidad, las aves arremetieron a picotazos entre sí hasta lastimarse.
(Anónimo)

viernes, 5 de febrero de 2010

¿Qué hago cuando el viento sopla?

¿Qué hagoCuando el viento sopla
Hace algunos años un hacendado poseía tierras a lo largo del litoral del Sur Atlántico. Constantemente anunciaba estar precisando empleados. La mayoría de las personas estaban poco dispuestas a trabajar en campos a lo largo del Atlántico. Temían las horribles tempestades que barrían aquella región, haciendo estragos en las construcciones y las plantaciones.
Buscando nuevos empleados, el recibió muchos rechazos. Finalmente, un hombre bajo y delgado, de edad media se aproximó al hacendado.
- ¿Usted es un buen labrador? Le preguntó el hacendado.
- Bueno, yo puedo dormir cuando el viento sopla, le respondió el pequeño hombre.
Bastante confuso con la respuesta, el hacendado, desesperado por ayuda, lo empleó. Este pequeño hombre trabajó bien en todo el campo, manteniéndose ocupado desde el amanecer hasta el anochecer Y el hacendado estaba satisfecho con el trabajo del hombre.
Pero entonces, una noche, el viento sopló ruidosamente. El hacendado saltó de la cama, agarró una lámpara y corrió hasta el alojamiento del empleado. Sacudió al pequeño hombre y le gritó:
- ¿Levántate! Una tempestad está llegando! Amarra las cosas antes que sean arrastradas!
El hombre pequeño se dio vuelta en la cama y le dijo firmemente,
- No señor. Yo ya le dije: "Yo puedo dormir cuando el viento sopla."
Enfurecido por la respuesta, el hacendado estuvo tentado a despedirlo inmediatamente. En vez de eso, se apresuró a salir y preparar el terreno para la tempestad.
Del empleado se ocuparía después.
Pero, para su asombro, encontró que todas las parvas de heno habían sido cubiertas con lonas firmemente atadas al suelo. Las vacas estaban bien protegidas en el granero, los pollos en el gallinero, y todas las puertas muy bien trabadas. Las ventanas bien cerradas y aseguradas. Todo estaba amarrado. Nada podría ser arrastrado.
El hacendado entonces entendió lo que su empleado le había querido decir. Y retornó a su cama para también dormir cuando el viento soplaba.
(Anónimo)

jueves, 4 de febrero de 2010

La vida es un instante

El atardecer de la vida
El sol se despedía del Imperio Tré. El vasallo caminaba junto a la anciana del molino amarillo. Iban conversando sobre la vida.
- ¿Qué cosa es lo que más te gusta de la vida, anciana?
La viejecilla del molino amarillo se entretenía en lanzar los ojos hacia el ocaso.
- Los atardeceres –respondió.
El vasallo preguntó, confundido:
- ¿No te gustan más los amaneceres? Mira que no he visto cosa más hermosa que el nacimiento del sol allá, detrás de las verdes colinas de Tré.
Y reafirmándose, exclamó:
- ¿Sabes? Yo prefiero los amaneceres.
La anciana dejó sobre el piso la canastilla de espigas que sus arrugadas manos llevaban. Dirigiéndose hacia el vasallo, con tono de voz dulce y conciliador, dijo:
- Los amaneceres son bellos, sí. Pero las puestas de sol me dicen más. Son momentos en los que me gusta reflexionar y pensar mucho. Son momentos que me dicen cosas de mí misma.
- ¿Cosas? ¿De ti misma...? – inquirió el vasallo. No sabía a qué se refería la viejecilla con aquella frase.
Antes de cerrar la puerta del molino amarillo, la anciana añadió:
- Claro. La vida es como un amanecer para los jóvenes como tú. Para los ancianos, como yo, es un bello atardecer. Lo que al inicio el precioso, al final llega a ser plenamente hermoso. Por eso prefiero los atardeceres... - ¡mira!
La anciana apuntó con su mano hacia el horizonte. El sol se ocultó y un cálido color rosado se extendió por todo el cielo del Imperio Tré. El vasallo guardó silencio. Quedó absorto ante tanta belleza.
(Anónimo)

miércoles, 3 de febrero de 2010

Cada uno a lo suyo

Esta es la historia de unos duendes que le tenían mucho miedo a un dragón negro, enorme, cubierto de escamas, con poderosas garras y… que ocultaba un secreto.
…Cuando los duendes tienen miedo puede ser por varios motivos.
Porque los hombres descubrieron su aldea.
Porque las brujas los molestan con sus chirridos y no los dejan dormir.
Porque alguna lluvia inundó sus calles y no hay botes para todos.
Porque los chicos dejaron de creer en ellos.
Pero en este caso, a los duendes de la aldea, no les pasaba nada de eso. Tenían miedo porque cerca, muy cerca, en una caverna que había estado desocupada por miles de años, se había instalado un terrible dragón. Negro, enorme, cubierto de escamas. Con poderosas garras y con una boca grande repleta de afilados dientes, de la que salían largas llamaradas.
Los duendes tenían miedo, como quien dice, estaban muertos de miedo. Pero lejos de quedarse sentados a temblar, decidieron mudar su aldea a una cueva subterránea (donde igual seguían temblando).
Organizaron su vida de tal manera que casi no tenían que salir. Sólo cada tanto, uno de ellos, elegido mediante un sorteo, iba al bosque a buscar semillas para luego plantarlas y tener suficiente comida por varios meses. Los que se quedaban, le advertían con los ojos afuera de sus órbitas:
—¡Cuidado! Si el dragón te descubre, te golpeará con su cola como si fuera un látigo.
—Si logra acercarse, te quemará con el fuego de su enorme bocota.
—¡Y sus dientes! Si te atrapa te cortará en rebanadas en sólo un segundo.
El pobre duende, elegido por sorteo, salía temblando de tal manera, que durante las primeras horas de su recorrido iba perdiendo todas las semillas que recogía.
Pero la verdad, la verdad, es que el dragón nunca les había hecho nada.
Simplemente, lo que ocurría era que, cada noche de luna llena, se acercaba a la aldea apoyando sus pesadas patas sobre el pasto (el ruido de su paso era estremecedor), respirando profundamente (el viento que salía de su boca agitaba las ramas de los árboles como una tormenta) y mostrando sus dientes y sus escamas que brillaban bajo la luz de la luna (el encandilamiento dejaba ciegos por un rato a todos los duendes).
Cuando eso ocurría, los duendes corrían despavoridos y, generalmente, gracias a sus poderes, desaparecían hasta volver a aparecer todos desparramados por cualquier lado.
Después de varios días, se reencontraban nuevamente en la aldea, y se escuchaba:
—¡Que suerte que no nos golpeó!
—¡Qué suerte que no nos cortó!
—¡Qué suerte que no nos quemó!
Después los días seguían iguales. Con un miedo terrible y con un temblor general que aumentaba a medida que se acercaba la próxima luna llena.
Ese día, el duende Namburetoxamin (elegido en el sorteo) caminaba temblando y recogiendo semillas. Guardaba una y levantaba la vista para ver si aparecía el dragón. Así una, dos, cien veces, hasta que de pronto, un ruido ensordecedor lo sorprendió. Una gran sombra lo cubrió totalmente. Parecía que la tarde se había convertido en noche.
De pronto… silencio.
Namburetoxamin inmóvil, sólo podía mover sus ojos y con ellos vio como una cosa parecida a una cabeza se le acercaba…
—¡Oia! ¡Un duende! —dijo la cabeza (bueno, la boca que estaba en la cabeza).
—¡Oia! ¡Un nene! —dijo el duende— ¡Uf! ¡Qué alivio!
Y como los nenes y los duendes son amigos, minutos después estaban charlando como si se conocieran de toda la vida.
Lo primero que el duende le contó fue lo que sufría su aldea con la amenaza permanente del dragón negro, enorme, cubierto de escamas. Con poderosas garras y una boca grande repleta de afilados dientes, de la que salían largas llamaradas.
Entonces, el nene le dijo:
—Mirá Namburetaxin, digo Namtoxamin, eh… Nambuto…, bueno escuchá: lo que tienen que hacer es juntar corchos para tirarles a las garras y a los dientes y volverlos inofensivos. También desviar un río hacia la aldea, contenerlo con una represa y cuando el dragón se acerque, tendrán, suficiente agua para apagar sus llamaradas. Después, armar un pantano profundo que rodee completamente la aldea para que el dragón se caiga y además, guardar viento en bolsas por si falla lo del agua.
El duende lamentó no tener dónde anotar el plan de batalla pero, luego de agradecer al nene por las ideas, se marchó hacia su aldea repitiendo: “corchos, río, agua, viento, pantano, corchos, río, agua, viento, pantano…”.
Cuando llegó, sin ninguna semilla pero con tantas ideas, los otros duendes lo rodearon completamente para escucharlo. Entusiasmados se repartieron las tareas, las que les llevarían unos cuantos días. Pero el entusiasmo de vencer al dragón negro, enorme, cubierto de escamas, con garras…, eh…esteee…., al dragón malo, los hizo trabajar sin detenerse.
Exactamente una noche antes de la luna llena, todo estaba listo: río desviado, montañas de corchos, bolsas llenas de viento y pantano.
Sólo era cuestión de esperar.
Las horas del día siguiente parecía que pasaban con más lentitud.
Pero el momento llegó.
El cielo comenzó a oscurecerse y la luna redonda se fue asomando detrás de los árboles.
Silencio, intriga, miedo, temblor…
El dragón… ¿aparecería?
Claro que sí. Tapando con su cuerpo enorme a la luna, se acercaba pisando pesadamente y resoplando sin cesar.
Ya estaba cerca, demasiado cerca.
Namburetoxamin estaba listo para dar la orden de ataque. Miró por última vez a los otros duendes que estaban agazapados cada uno en su puesto y levantando su brazo derecho dijo: —¡Preparados… listos…!
Pero antes de que dijera “¡ya!”, se escuchó la voz gruesa del dragón que decía:
—Perdón… ¿alguien de ustedes sabe leer?
—A-alguien de us-ustedes sabe ¿qué cosa? —dijo Namburetoxamin a punto de desmayarse y todavía con el brazo en alto.
—Leer. Pregunto si alguno de ustedes sabe leer. Es que en mi caverna tengo una pila así de libros de cuentos, pero no sé leerlos, ¿alguien me los puede leer?
—¡Yo no!
—¡Yo tampoco!
—¡Yo no fui a la escuela!
—¡Yo sólo sé las vocales!
—¡A mí no me miren!
Esas y muchas respuestas más se escucharon durante un largo rato.
Entonces el dragón, bajó la cabeza, dio media vuelta y empezó a marcharse.
—¡Esperá! —le gritó Namburetoxamin, tratando de bajar el brazo—. Creo que acá hay una confusión. Voy a hacerte unas preguntas: ¿Nos vas a golpear?
—¡No!
—¿Nos vas a cortar en rebanadas?
—¡Nooo!
—¿Nos vas a quemar?
—¡Claro que no! Ya me aburrí de hacer esas tontas cosas. Ahora quiero tener una vida tranquila. ¡Ya tengo 223 años! ¡Es hora de descansar!
—¿Ah, sí? —dijo el duende encargado de las bolsas llenas de viento—. ¿Y por qué nos asustabas cada noche de luna llena? ¿Eh?
—Ustedes se asustaban. Yo sólo salgo las noches de luna llena porque veo mejor dónde piso, no sea cosa que pise alguna flor…
—¡Aaaahhhh! —hicieron todos los duendes mirándose entre sí.
Y así termina este cuento de los duendes con miedo y el dragón negro, enorme, cubierto de escamas, con poderosas garras y…, bueno, el dragón que no sabía leer.
Ahora, cada día en la aldea se hace un sorteo, pero para saber a quién le toca ir a la caverna a leerle un nuevo cuento al dragón, que siempre los espera con leche y masitas.
Eso sí, lo único que les pidió el dragón a los duendes es que nunca le digan a ningún nene que él no pisa a nadie, no golpea con la cola, no corta en rebanadas, ni larga llamaradas de su boca.
Es que en los cuentos mágicos, los dragones siempre, pero siempre, tienen que asustar.
Edith Mabel Russo

martes, 2 de febrero de 2010

Cuestión de actitud

Una mujer muy sabia se despertó un mañana, se miró al espejo. Y notó que tenía solamente tres cabellos en su cabeza.
“Hummm” pensó, “Creo que hoy me voy a hacer una trenza”.
Así lo hizo y paso un día maravilloso.
El siguiente día se despertó, se miró al espejo y vio que tenía solamente dos cabellos en su cabeza.
“Hummm” dijo, “Creo que hoy me peinaré de raya en medio”
Así lo hizo y paso un día grandioso.
El siguiente día cuando despertó, se miró al espejo y notó que solamente le quedaba un cabello en su cabeza.
“Bueno” ella dijo, “ahora me voy a hacer una cola de caballo”.
Así lo hizo, y tuvo un día muy, muy divertido.
A la mañana siguiente cuando despertó, corrió al espejo y enseguida notó que no le quedaba un solo cabello en la cabeza.
“¡Qué bien!” Exclamo… “Hoy no voy a tener que peinarme!”
Tu actitud es todo.
(Anónimo)

lunes, 1 de febrero de 2010

Al final de la vida nos iremos sin nada…


Un hombre murió Intempestivamente…
Al darse cuenta vio que se acercaba Dios quien llevaba una maleta consigo…
Y le dijo:
Bien hijo mío, es hora de irnos…
El hombre asombrado le preguntó a Dios…
Ya… tan pronto, tenía muchos planes…
Lo siento hijo…
Pero es el momento de tu partida
Qué traes en esa maleta?
-Tus pertenencias…
Mis pertenencias?
Son mis cosas, mis ropas, mi dinero?
-Lo siento hijo
Las cosas materiales que tenías, nunca te pertenecieron…
Eran de la tierra.
…Traes
Mis recuerdos?
-Lo siento hijo, esos ya no vienen contigo nunca te pertenecieron. Eran del tiempo…
…Traes mis talentos?
Lo siento hijo pero esos nunca te pertenecieron…Eran de las circunstancias
…Traes a mis amigos, a mis familiares?
Lo siento hijo pero ellos nunca te pertenecieron. Eran del camino
….Traes a mi mujer y a mis hijos?
Lo siento hijo ellos nunca te pertenecieron. Eran de tu corazón
Traes mi cuerpo?
Lo siento hijo…. Ese nunca te perteneció. Ese era del polvo
…Entonces,
Traes mi alma?
-Lo siento hijo pero ella nunca te perteneció… era mía
Entonces el hombre lleno de miedo arrebató a Dios la maleta y al abrirla
…Se dio cuenta
Que estaba vacía…
Con una lágrima de desamparo brotando de sus ojos, el hombre le dijo a Dios
-Nunca tuve nada?
Si… hijo mío…
Cada uno de los momentos que viviste fueron sólo tuyos…
La vida es sólo un momento…
Un momento todo tuyo
Disfrútalo en su totalidad….
Que nada de lo que crees que te pertenece
Te detenga…
Vive el AHORA, Vive TU VIDA
y no te olvides de SER FELIZ.....

(Anónimo)