Cuentan que una persona, en camino hacia otra ciudad lejana, atravesando un paisaje inhóspito, sintió gran sed. A lo lejos, el hombre, distinguió una pequeña tienda de campaña, muy vieja, destrozada. Conforme se fue acercando vio como había más habitantes, pero viviendo en condiciones infrahumanas.Se detuvo en la primera choza y pidió un poco de agua. Se la llevaron, estaba caliente, salada, y el recipiente sucio. El hombre la bebió como pudo, quemando la garganta por la sal, calor, y asco.
El hombre dio las gracias, y pensó que a aquellas buenas gentes les convendría saber, que había ciudades, pueblos, a los que se podían llegar. Allí encontrarían agua fresca, vasijas adecuadas, tiendas y casas para vivir, frutas, baños....Y así se lo hizo saber a aquellos lugareños.
Aquella familia muy agradecida, lo invitó a cenar y a pasar la noche, para que descansara.
Pronto llegó el marido con unas seis ratas que había cogido en el campo para que la mujer las guisara en honor al huesped-caminante.
Pusieron la mesa, y efectivamente, aquel pobre hombre con un asco indecible, comió como pudo aquel manjar nada común.Se acostaron como pudieron, nuestro personaje detrás de una cortina, encima de una colchoneta, sin dormir toda la noche, oyó esta conversación entre los esposos:
La mujer le dijo al marido "¿Has oído lo que nuestro huésped, ha contado, esas historias de que hay otros pueblos que viven de otra manera?
El marido contestó a la mujer "No escuches esos camelos, estos son envidiosos, como otros que ya han venido. Cuando ven a gente como nosotros que vivimos en la prosperidad, con su casa, sus alimentos... quieren apartarlo de lo suyo."
Tomado de Eva de Vitray Meyerovitch (Le livre du Dedans)Biblioteca de cuentos maravillosos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario