Un mundo de ILUSIONES

Este lugar es habitado por las niñas y los niños perdidos liderados por el héroe o quizás heroína, Peter Pan. La población de dicho país agrupa también a temibles piratas como el Capitán Garfio y salvajes indios. Otros tipos de seres como el hada, Campanilla y el Cocodrilo que se llevó la mano del Capitán Garfio habitan este lugar donde el tiempo no avanza y las aventuras predominan por cualquier rincón. De acuerdo con la leyenda, si alguien desea llegar a este lugar deberá de girar la segunda estrella a la derecha, volando hasta el amanecer.

viernes, 16 de enero de 2009

Sentar cátedra sin ningún fundamento…. Humano, sí, pero malo, malo.


EL CATEDRÁTICO DE LOS COLORES

Durante los primeros años del hospital de ciegos, como se sabe, todos los internos detentaban los mismos derechos y sus pequeñas cuestiones se resolvían por mayoría simple, sacándolas a votación. Con el sentido del tacto sabían distinguir las monedas de cobre y las de plata, y nunca se dio el caso de que ninguno de ellos confundiese el vino de Mosela con el d e Borgoña. Tenían el olfato mucho más sensible que el de sus vecinos videntes. Acerca de los cuatro sentidos consiguieron establecer brillantes razonamientos, es decir que sabían de ellos cuanto hay que saber, y de esta manera vivían tranquilos y felices en la medida en que tal cosa sea posible para unos ciegos.
Por desgracia sucedió que entonces que uno de sus maestros manifestó la pretensión de saber algo concreto acerca del sentido de la vista. Pronunció discursos, agitó cuanto pudo, ganó seguidores y por último consiguió hacerse nombrar principal del gremio de los ciegos. Sentaba cátedra sobre el mundo de los colores y, desde entonces, todo empezó a salir mal.
Este primer dictador de los ciegos empezó por crear un círculo restringido de consejeros, y así se adueñó de las limosnas. A partir de ahí nadie pudo oponérsele, y sentenció que la indumentaria de todos los ciegos era blanca.
Ellos lo creyeron y hablaban mucho de sus hermosas ropas blancas, aunque ninguno de ellos las llevaba de tal color. De modo que el mundo se burlaba de ellos, por lo que se quejaron al dictador. Este los recibió de muy mal talante, los trató de innovadores, de libertinos y de rebeldes que adoptaban las necias opiniones de las gentes que tenían vista. Eran rebeldes porque, caso inaudito, se atrevían a dudar de la infalibilidad de su jefe.
Para sosegar los ánimos, el sumo príncipe de los ciegos lanzó un nuevo edicto que declaraba que la vestimenta de los ciegos era roja, pero esto tampoco resultó cierto; ningún ciego llevaba prendas de color rojo. Las mofas arreciaron y la comunidad de los ciegos estaba cada vez más quejosa. El jefe montó en cólera, y los demás también. La batalla duró largo tiempo y no hubo paz hasta que los ciegos tomaron la decisión de suspender provisionalmente todo juicio acerca de los colores.
Un sordo que leyó este cuento admitió que el error de los ciegos había consistido en atreverse a opinar sobre colores. Por su parte, sin embargo, siguió firmemente convencido de que los sordos eran las únicas personas autorizadas para opinar en materia de música.

Adaptación de la Fábula de los ciegos, del libro La leyenda del rey indio y otros relatos iniciáticos , de Hermann Hesse.

2 comentarios:

Isabel dijo...

Os he desafíado... pasaros por mi blog y a ver si os atreveis...
NeverLand somos todos.

Ramiro Semper dijo...

Habiendo desembarcado en esta singular bitácora casi por casualidad, han sorprendido a mis viejos ojos sus pizpiretos monigotes, su bien hilada trama, su original prosodia y alegre insolencia. Por todo ello, la he capturado definitivamente entre las que sigo, en previsión de que futuros despistes, cibernéticas tormentas o sacudidas telúricas en este magma virtual que es la red, pudieran hurtarme su acceso o despintarme sus señas.
Voto a tal que he de volver por aquí.