Un mundo de ILUSIONES

Este lugar es habitado por las niñas y los niños perdidos liderados por el héroe o quizás heroína, Peter Pan. La población de dicho país agrupa también a temibles piratas como el Capitán Garfio y salvajes indios. Otros tipos de seres como el hada, Campanilla y el Cocodrilo que se llevó la mano del Capitán Garfio habitan este lugar donde el tiempo no avanza y las aventuras predominan por cualquier rincón. De acuerdo con la leyenda, si alguien desea llegar a este lugar deberá de girar la segunda estrella a la derecha, volando hasta el amanecer.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Lo importante es lo que le añade cada uno

Sopa de clavo
Érase una vez un hombre hambriento y helado de frío que avanzaba
por un camino polvoriento. Hundió las manos en los bolsillos, en busca de una
moneda, pero lo único que encontró fue un gran clavo oxidado.
Al llegar al pueblo, llamó a la puerta de la primera casa que encontró y
se abrió un poco la puerta y por una rendija se asomó una anciana.
“Buenas tardes, señora,” saludó el hombre, “¿no tendrá algo de comer
para un pobre caminante muerto de hambre y frío?” La vieja abrió un poco
más la puerta. “Aquí no hay comida, pero entre un momento a calentarse si
quiere.”
El hombre entró y se acomodó al calor del fuego. Transcurrido un rato, el
hombre sacó el gran clavo oxidado del bolsillo y se lo fue pasando de una
mano a otra. Al ver que la anciana le observaba, dijo, “Ayer tomé la mejor
sopa que he probado en mi vida, y la preparé únicamente con este viejo
clavo.”
“¡Qué disparate! No se puede hacer sopa con un clavo,” exclamó la
señora. “Si quiere que se lo demuestre,” contestó el hombre, “ponga a hervir
una olla con agua.” La anciana puso un gran puchero de agua en el hornillo.
Cuando rompió a hervir, el hombre echó el clavo. Al cabo de diez minutos,
pidió una cuchara y probó el agua.
“Deliciosa,” dijo, “pero creo que le vendría bien un poco de sal y
pimienta, si tiene.” Cuando la anciana abrió la alacena, el hombre confirmó
sus sospechas: los estantes estaban repletos de provisiones. Echó al puchero la
sal y la pimienta, y volvió a probar el agua. “No está mal,” dijo, “ahora sólo
falta añadirle una cebolla y quedará estupenda.”
La anciana se apresuró a traer la cebolla; la peló, la cortó y la echó al
puchero. El hombre removió el caldo y lo probó de nuevo. “No está mal, pero
quizá le hagan falta unas zanahorias y un poco de carne, si hay.”
La señora volvió a salir y trajo las zanahorias y el trozo de carne. El
hombre lo añadió todo al puchero y siguió removiendo. “Eso sí,” comentó, “a
esta sopa le vendrían de maravilla unas patatas…,” y la vieja trajo las patatas,
peladas y cortadas en pedacitos. El hombre las echó a la olla y se sentó junto
al fuego. “Ya casi está,” dijo. “¿A que huele bien?”
La señora, esbozando una sonrisa, puso la mesa con un mantel y su
mejor vajilla. El hombre sirvió la sopa en dos grandes cuencos y se sentó a la
mesa junto a la anciana. Cuando ya iba a meter la cuchara en la sopa, se
detuvo.
Mientras tomaban la sopa charlaron sin parar. La anciana no recordaba
haberse divertido tanto en su vida.
Cuando habían comido hasta saciarse la anciana dijo, “Se está
haciendo tarde. Le prepararé la habitación de los invitados; allí estará
cómodo y bien caliente.” El hombre le dio las gracias, y cuando la mujer salió
del cuarto, pescó el clavo del fondo del puchero, lo limpió y se lo echó al
bolsillo.
“Quién me iba a decir que se pudiera hacer una sopa tan buena con
sólo un viejo clavo,” dijo la mujer.
El hombre sonrió. “Lo importante es lo que le añade cada uno,” dijo en
voz baja. A continuación, se palpó el bolsillo para comprobar que el clavo
seguía allí. “Quizá me haga falta de nuevo esta noche,” se dijo para sí mientras
se alejaba por el camino.
(Cuento popular checo)

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