Un mundo de ILUSIONES

Este lugar es habitado por las niñas y los niños perdidos liderados por el héroe o quizás heroína, Peter Pan. La población de dicho país agrupa también a temibles piratas como el Capitán Garfio y salvajes indios. Otros tipos de seres como el hada, Campanilla y el Cocodrilo que se llevó la mano del Capitán Garfio habitan este lugar donde el tiempo no avanza y las aventuras predominan por cualquier rincón. De acuerdo con la leyenda, si alguien desea llegar a este lugar deberá de girar la segunda estrella a la derecha, volando hasta el amanecer.

sábado, 12 de septiembre de 2009

No tener nada que perder

LA MÁS PEQUEÑA DE LAS MARIPOSAS
Eran casi las cinco de la mañana y Torpón, el divo del Bosque, descansaba
apoyado contra un árbol, exhausto por sus esfuerzos de la noche anterior.
Su trabajo consistía en ayudar a las orugas a convertirse en mariposas.
Al final de su metamorfosis, tenía que sacar a cada una de las pequeñas
mariposas del capullo y esparcir polvo de mariposa sobre sus alas, para que
pudieran elevarse al viento.
Por último, les daba una palmadita en el trasero para lanzarlas al mundo.
Le gustaba terminar su trabajo antes de que saliera el sol para que las mariposas pudiesen iniciar sus nuevas y hermosas vidas al amanecer.
Al mirar a su alrededor para asegurarse de que había realizado todo su trabajo, vio a una última pequeña mariposa que todavía permanecía en su cuerpo de oruga. Era tan pequeña que no había reparado en ella. Torpón se puso en pie de un salto, corrió hacia la oruga y extrajo a la mariposa de su capullo. Le empolvó las alas y, cuando estaba a punto de darle una palmadita en el trasero
y lanzarla al mundo, se dio cuenta de que no había mirado qué especie de mariposa era para apuntarlo en su libro de referencia.
Miró en el libro y entonces se dio cuenta de que tenía algo triste que contarle a
la mariposa.
Torpón aclaró su garganta y dijo: «No me gusta tener que decirte esto, pero es mi trabajo. Perteneces a una especie de mariposa que vive únicamente un día».
La Mariposa Más Pequeña, que había estando batiendo las alas lentamente,
preparándose para despegar, se detuvo.
«Esas no son precisamente las mejores noticias del mundo», dijo.
Torpón asintió compasivamente, musitando algo parecido a: «La vida es así,
breve, a veces....».
La Mariposa Más Pequeña, todavía un poco aturdida, miró ferozmente a
Torpón.
«Ha sido una manera terrible de darme la noticia.
Podrías haber empezado diciendo: ‘Es un día hermoso’, y yo hubiese contestado: Si. ¿verdad?.
Entonces tú podrías haber dicho , “Has llegado a un mundo maravilloso. ¡Bienvenida!”, y yo te hubiese dado las gracias. Entonces, tú me habrías dicho ‘Algunos de nosotros tenemos menos tiempo que otros, pero contribuimos más a embellecer el mundo’. Luego, por último, me hubieses podido soltar la noticia de que sólo tenía un día
para vivir’.
Torpón asintió: «Podría haber dicho todo eso, pero sólo tenias un día para vivir
y no quería desperdiciar tu precioso tiempo».
La Mariposa Más Pequeña reflexionó durante un momento y se dió cuenta de
que Torpón tenía razón. «Te perdono», le dijo. ¿Qué otra cosa se podía esperar de alguien llamado Torpón?».
Entonces le dijo a Torpón que, como iba a estar en el mundo sólo durante un día, quería ver tanto de él como le fuera posible, pero que no sabía por dónde empezar.
Torpón pensó un momento y luego dijo: «Ya que me has hecho sentir culpable de una manera tan inteligente por la forma en que te he dado la noticia, te llevaré de viaje a los lugares más apasionantes del mundo».
La Mariposa Más Pequeña batió las alas emocionada, preparándose para despegar. Entonces se dio cuenta de que ella podía volar, pero Torpón no.
«¿Cómo vamos a viajar?».
«Con la mente», respondió Torpón. La Mariposa Más Pequeña pareció
confundida.
«Puedes transportar tu cuerpo hasta el lugar en el que se halle el cincuenta y
uno por ciento de tu mente», explicó Torpón.
La Mariposa Más Pequeña estaba asombrada. «¿Quieres decir que, si pienso
en un lugar, puedo irme ahí?».
Torpón asintió.
«Pero», continuó la mariposa, «si sólo un cincuenta y uno por ciento de mi
mente está allí, ¿el resto de mí llegará también?».
Torpón la miró enfadado: «No me líes. Simplemente, cierra los ojos e imagina
que estás en el jardín del Palacio de Versalles, en Francia».
La Mariposa Más Pequeña cerró los ojos y pensó: Versalles. Cuando los abrió,
se encontró en los Jardines de Versalles. Estaba subida en un hibisco y Torpón
se hallaba a su lado.
«¡Funciona!», exclamó la Mariposa Más Pequeña.
«Por supuesto que funciona. Yo ahorro muchísimo en billetes de avión de esta manera» La Mariposa Más Pequeña miró a su alrededor: «Este lugar es precioso».
Torpón asintió: «Estamos en uno de los jardines más hermosos de todo el
mundo. No hay muchas mariposas nacidas en Glendale que lleguen a conocer Versalles”.
De repente, el estómago de la pequeña mariposa gruñó. «Me está entrando
mucha hambre», dijo. «¿Qué comen las mariposas?».
«Estás sentada sobre tu almuerzo», replicó Torpón.
«¡Pero yo nunca sería capaz de comerme esta flor entera!», exclamó la mariposa, horrorizada.
Torpón se armó de paciencia y explicó: «No te comes la flor, tonta. Desenroscas tu trompa y bebes del hibisco».
La Mariposa Más Pequeña siguió estas instrucciones y pronto estuvo saciada
con el maravilloso néctar del hibisco. Cuando la Mariposa Más Pequeña acabó su almuerzo, le dio las gracias a la flor.
- «¿Qué te gustaría hacer ahora?», preguntó Torpón.
«Como sólo tengo un día para vivir, quiero probar todas las flores del jardín», replicó la mariposa, y emprendió el vuelo, para catar tantas flores como pudiera.
Cuando se sentó, un tanto cansada, a mordisquear un narciso, vio a una mariposa muy gorda a su lado, bebiendo de una flor.
La Mariposa Más Pequeña dijo: «No quiero ser grosera, pero eres muy gorda
para ser una mariposa».
«Probablemente se deba a que no soy una mariposa», le respondió con irritación. «¡Soy un colibrí!».
«Siento haberte llamado gordo... no es nada personal. Verás, es que he nacido hoy».
«En ese caso», dijo el colibrí, «Te perdonaré por haber sido tan estúpida... tampoco se trata de nada personal».
«Me alegro de haber visto a un colibrí, porque estoy intentando conocer a todos los seres que pueda antes de que se acabe mi tiempo».
El colibrí miró a la Mariposa Más Pequeña con ojos interrogantes.
«Soy de una especie que sólo dispone de un día para vivir».
«Bueno», la consoló el colibrí, «tal como está la contaminación, tampoco habrías durado mucho tiempo».
La Mariposa Más Pequeña prosiguió: «Cuando abandone esta vida me gustaría saber que todos los seres que he conocido son mis amigos, así que ¿estarías dispuesto a perdonarme por el pequeño altercado que hemos tenido?».
«Por supuesto», replicó el colibrí. «Como estoy todo el día batiendo las alas, a veces acabo muy cansado y malhumorado». Luego, mirando a su alrededor para asegurarse de que nadie pudiera oírle, el colibrí susurró: «Y es cierto, estoy un poco gordo, incluso para ser un colibrí». Con esto, se alejó batiendo las alas.
Torpón alcanzó a la mariposa: ¿No te gustaría ver más cosas del mundo?».
«Oh, sí. Pero lo que más me gustaría sería conocer a otras mariposas. Deben de estar todavía en sus capullos, porque no encuentro ninguna por aquí».
Torpón se rascó la cabeza: «Quizá ese colibrí gordinflón se las comió a todas».
Su rostro se iluminó de repente: «Te llevaré a un sitio en Méjico en el que hay más mariposas juntas que en cualquier otro lugar del mundo».
Los ojos de la pequeña mariposa se abrieron maravillados.
«Cierra los ojos y piensa en un bosque de abetos en la Sierra Madre».
La Mariposa Más Pequeña lo hizo. Cuando abrió los ojos, Torpón y ella estaban en un prado. Entonces vieron algo de lo más sorprendente: multitudes de mariposas volaban por todas partes. Había tantas en el aire, que apenas se podía ver la luz del sol. Y, por el modo en que se relacionaban al volar, parecía como si formasen puentes alados de revoloteantes colores aquí y ahí.
La Mariposa Más Pequeña se posó sobre la rama de un abeto y observó todo esto maravillada. Mientras miraba a su alrededor, de repente, la vio. Ella se posó en una rama, junto a la suya. Aunque todas las mariposas eran hermosas, ésta parecía serlo todavía más; tenía algo especial.
Entonces se dio cuenta de qué era eso tan especial. Se miraron durante un rato muy, muy largo.
Finalmente, la Mariposa Más Pequeña habló: «Disculpa que me haya quedado mirándote fijamente, pero eres la mariposa más hermosa que he visto jamás».
Por el modo en que se estremecieron sus antenas y sus alas, se notaba que estaba encantada:
«Taba pensando lo mimo de ti», dijo con un marcado acento sureño.
«Hay algo que te diría sólo si nos conociéramos mejor, pero como no tengo tiempo que perder, te lo diré ahora: Te amo».
Ella la miró durante un rato y luego susurró: «Y yo te amo a ti».
La Mariposa Más Pequeña se estremeció de alegría: «Dilo otra vez».
Ella lo hizo: «Te amo».
La Mariposa Más Pequeña jamás había oído un acento así: «Nadie habla con ese acento en Glendale».
Ella aleteó y replicó: «En Texas Oe’te sí, cariño».
Revoloteó hasta ella y se sentaron una junto a la otra, meciéndose con la suave brisa, disfrutando de la presencia de la otra y del amor que sentían.
Finalmente, ella rompió el silencio diciendo: «Sin duda ere’ di’tinta a toda’ esa’ mariposa’. Tu ala’ son del tono verde má’ bonito que he vito en mi vida, y ere’ mucho má’ pequeña».
«¿Te molesta que sea más pequeña?», preguntó la Mariposa Más Pequeña.
«El tamaño no e’ importante. Alguna’ cosa’ pequeña’ pueden estar llena’ de amor, y otra’ má’ grande’ pueden estar vacía’».
El corazón de la Mariposa Más Pequeña dio un brinco de alegría. Esta mariposa era sabia y hermosa.
«No te había vi’to ante’ en nuestro’ guateque’ de mariposa’», dijo ella.
«Éste es mi primer día fuera del capullo», dijo.
«Yo nací hace cuatro día’. ¿Te moleta que yo sea mayor?». preguntó ella.
«No importa cuánto tiempo vives, lo que importa es cuánto disfrutas», dijo la Mariposa Más Pequeña.
«Bueno, yo he hecho mucho de eso. He tenío do’ marí’o», dijo ella. La Mariposa Más Pequeña se quedó boquiabierta.
«¿Solo has vivido cuatro días y ya has estado casada dos veces?».
«Eran mariposa’ de la Selva tropical ‘ sólo vivieron do’ día’».
La Mariposa Más Pequeña la miró con los ojos bien abiertos. «esperaste ni
siquiera un día antes de volverte a casar?!».
«Se podría decí’ que tuve matrimonio’ nocturno’. Cuando nací, mi mamá me dijo: Bárbara Lou, la vida e’ un vals muy breve. Así que ponte los zapato’ de bailar y sal a la pi’ta’».
«No hay duda de que el tuyo es un vals rápido», dijo.
Ella aleteó con una dulce sinceridad. «Pero ahora que nos hemo’ conocío, sé
que he encon trao a una mariposa con la que puedo pasar el resto de mi vida».
La Mariposa Más Pequeña casi se atraganta.
No se sentía capaz de decirle que en menos de veinticuatro horas ella tendría que salir una vez más a la pista de baile. Sintió una oleada de tristeza.
Entonces tuvo una inspiración: «Tengo la oportunidad de viajar por el mundo entero. ¿Quieres venir conmigo?», le preguntó.
«Suena muy tentado’», dijo ella, «pero lo pasé muy mal volando desde Texa
hasta aquí. M ala e’tán absolutamente agotada’».
«No tienes que volar Torpón conoce una nueva manera de viajar. Perdona un momento». La Mariposa Más Pequeña voló hasta Torpón.
«Torpón, quiero que ella venga con nosotros, pero no se te ocurra decirle que
sólo tengo un día para vivir».
«Tarde o temprano tendrás que decírselo», dijo Torpón.
La Mariposa Más Pequeña pensó durante unos instantes. «¿Por qué no se lo explicas tú cuando yo me haya muerto?»
Torpón le lanzó una mirada feroz: «Realmente me estás complicando la vida. Pero si eso es lo que quieres, lo haré».
Volvieron con Bárbara Lou, para que Torpón le explicara el modo en que volaban.
Ella batió sus hermosas alas con entusiasmo: «Sin duda e’ mejor que viajar con Iberia».
«Cerrad los ojos y pensad en Bali», dijo Torpón.
Lo hicieron y, cuando abrieron los ojos los tres estaban sentados sobre una
roca en unas minas balinesas. Había estatuas de piedra de diversos dioses y diosas. Torpón guió a las mariposas por entre las estatuas y señaló hacia una enorme escultura de piedra: «Eso era lo que quería que vierais».
La Mariposa Más Pequeña y su dama Monarca contemplaron la enorme talla de piedra asombrados. Se trataba de una mariposa.
« ¿Por qué hicieron una estatua de una mariposa?», se preguntó Bárbara Lou.
«Los antiguos balineses la adoraban. La mariposa es un símbolo de inmortalidad», replicó Torpón.
«Tenían ba’tante sentido del humor. Las mariposa’, precisamente no viven mucho tiempo». «Y algunas viven menos que eso. Me pregunto si habrá alguna vez una
mariposa que viva para siempre», añadió la Mariposa Más Pequeña.
«Sin duda, una mariposa de piedra», replicó Torpón.
«Una mariposa de piedra no puede sentir realmente nada», comentó la
Mariposa Más Pequeña. Miró a su hermosa dama y pensó: «Prefiero sentir todas las emociones aunque sólo tenga un día para vivir».
«¿Sabes?» dijo Torpón mientras contemplaba la mariposa de piedra, «Quizá para ellos la mariposa es el símbolo de la inmortalidad porque incluso cuando su cuerpo se ha ido, su belleza perdura para siempre».
«jQué cosa má’ encantadora ha’ dicho!», exclamó Bárbara Lou, aleteando por
el cumplido. Con una timidez repentina, le dijo a la Mariposa Más Pequeña: ¿Tú cree’ que
mi belleza perdurará para siempre?».
«Lo hará en mi corazón», replicó la Mariposa Más Pequeña.
«¡Me siento tan dichosa de ser amada por ese par de ala’ tan estupenda’..!», dijo ella. «¿Crees que soy una mariposa de buen ver?», preguntó maravillada.
Torpón rió: «Lo había olvidado. Ninguna de vosotras dos se ha visto antes a sí mismo». Condujo a las dos mariposas hasta un pequeño espejo agrietado que había en el suelo, abandonado por alguno de esos turistas contaminantes. «Echad una mirada».
La Mariposa Más Pequeña contempló su reflejo y vio en el cristal una mariposa extremadamente pequeña, cuyos colores eran hermosos. La luz del sol, que se vertía a través de sus alas casi transparentes, daba la sensación de emanar de él.
La Mariposa Más Pequeña pensó: «Soy demasiado guapa para morir tan joven».
La Mariposa Monarca se miró complaciente, y pareció satisfecha al ver sus alas de color naranja vivo, adornadas con toques negros y salpicadas de unos hermosos puntos blancos. «No e’toy mal, considerando que no llevo maquillaje».
En ese momento, Torpón observó dónde se encontraba el sol en el cielo. «Ha transcurrido la mitad del día. Deberíamos ponernos en marcha», le dijo expresivamente a la Mariposa Más Pequeña.
«¿Adónde nos llevarás ahora?», preguntó la Mariposa Más Pequeña a Torpón.
Torpón pensó un momento y se dio cuenta de que la Mariposa Más Pequeña no viviría para ver salir la Luna.
«¿Les gustaría a los tortolitos ver la Luna?», preguntó Torpón.
«Suena mu’ romántico», dijo Bárbara Lou.
«Muy bien», replicó Torpón, «pensad en el cosmos».
La Mariposa Más Pequeña y su amada cerraron los ojos y pensaron en el cosmos. Cuando los abrieron, los tres se encontraban muy alto, en el cosmos, entre planetas y estrellas, ante ellos había una exquisita bola dorada de luz que Torpón identificó como la Luna.
La Mariposa Más Pequeña se sintió sobrecogida por la belleza de la Luna.
Bárbara Lou y él cerraron las alas, luego las abrieron y rodearon de amor a la Luna.
Si en esos momentos un científico se hubiera sentado delante de su telescopio
en Monte Palomar, quizá hubiese podido observar una pequeña manchita verde y una manchita naranja ligeramente más grande sobre la Luna, sin saber que se trataba de mariposas de Glendale y Texas Oeste.
Torpón explicó entonces a las dos mariposas que un lado del planeta Tierra estaba experimentando el día y la luz del sol, mientras que el otro lado estaba experimentando la noche, con la luz de la Luna. Les dijo a ambas que estaban contemplando algo que casi nadie, excepto un astronauta, consigue ver.
Entonces Torpón le dijo a la Mariposa Más Pequeña: «Hasta ahora has conocido a muchas mariposas y a un colibrí, pero no has visto ningún animal salvaje. Están dispersados por todo el mundo. De modo que, para acortar el tiempo de viaje, pensad en el Zoológico de Nueva York, en Central Park».
La pareja de mariposas lo hizo; y cuando abrieron los ojos estaban sentadas en la punta de la cola de un león que dormía. La Mariposa Más Pequeña quería hablar con el león, pero como su tiempo de vida se estaba acabando velozmente, no podía tener la cortesía de esperar a que despertase. De modo que tiró de un pelo de la cola del león con todas sus fuerzas.
El león se despertó con un rugido y miró furioso a la Mariposa Más Pequeña: «Eres demasiado grande para ser una mosca. ¿Qué diablos eres?».
«Yo soy la Mariposa Más Pequeña».
El león la miró molesto. «Y serás la mariposa más plana si vuelves a hacer eso».
«Lo siento», replicó la Mariposa Más Pequeña, «pero es que quería hablar con usted antes de marcharme».
«¿Acerca de qué?», preguntó bruscamente el león.
«Acerca de la vida. Usted, probablemente, vivirá mucho tiempo. ¿No es maravilloso?».
El león dijo malhumorado: «Mi vida es completamente irreal. Vivo en una jaula y todo lo que me rodea es falso. Rocas falsas, arroyos falsos dentro de poco acabaré teniendo una piel falsa».
La leona se unió a él para expresar su desencanto: «Sí, todo es muy deprimente. No podemos esperar nada, excepto cajas de chicle y algodón dulce». Miró a la mariposa: «Nunca he comido nada que se parezca a ti».
La Mariposa Más Pequeña ni siquiera tembló. Permaneció sentada sobre la cabeza del león, observándola. Los ojos del león giraron hacia arriba mientras decía: «¿No tienes miedo?».
«Debido a las circunstancias de mi vida, no tengo nada que perder. Y deseaba experimentar qué se sentía al hablar con usted. Sólo entré para decirle que lo quiero», replicó la Mariposa Más Pequeña.
«Nunca me habían dicho eso», dijo el león emocionado. Miró a su pareja, «Ni siquiera tú».
La leona señaló su entorno con la pata y exclamó: «¡Es difícil amar en una jungla como ésta. Queremos nuestra libertad!».
El león estuvo de acuerdo: «Nuestros corazones no están aquí. Devolvednos nuestras verdes tierras de África, el cálido sol del día y los cantos de los pájaros al amanecer».
«Y un pájaro o dos para cenar», añadió la hembra, que parecía ser la más carnívora de los dos. «Fuimos creados para vagar en las llanuras».
Los dos leones unieron las cabezas y cantaron un coro de Nacida Libre. «Sí», concluyó papá león: «nuestros corazones no están aquí».
La Mariposa Monarca batió las alas entusiasmada: estaba captando la idea. Le susurró a la Mariposa Más Pequeña: «Apue’to a que el cincuenta y uno por ciento de su’ mente’ tampoco está aquí».
Una luz iluminó la mente de la Mariposa Más Pequeña: «¿Estás diciendo lo que creo que estás diciendo?».
Durante el resto de la tarde la pareja de mariposas voló de jaula en jaula y descubrió que todos los animales anhelaban recuperar su libertad. El oso polar y los pingüinos suspiraban por estar en el ártico. Los leopardos, las panteras y las cebras querían estar en tierra Sumati. Y los gigantescos elefantes deseaban regresar a la India.
La Mariposa Más Pequeña le dijo a cada uno de ellos que los amaba y que esperaba que en un día muy cercano.., quizá más cercano de lo que se pensaban, regresasen a sus hogares naturales. El mero hecho de hablar con la Mariposa Más Pequeña de sus deseos hizo que todos fueran más felices.
En su última parada, las mariposas visitaron la jaula de un lémur que se rascaba perezosamente la oreja izquierda.
« ¿Te gustaría salir de aquí?», preguntó la Mariposa Más Pequeña. El lémur la miró sorprendido. « ¿Quieres decir abandonar este lugar?».
La Mariposa Más Pequeña asintió.
«No quiero ir a ninguna parte», dijo el lémur «Aquí tengo comida gratis, servicio diario de criada y no hay leones que me puedan comer para cenar. Jamás pensaba en marcharme. Es verano y la vida resulta fácil».
Las mariposas volaron en busca de Torpón. Lo encontraron en uno de los puestos de bocadillos, abriéndose paso a través de una salchicha de 30 centímetros de longitud. Cuando le revelaron su plan para liberar a todos los animales, Torpón estuvo a punto de sufrir una indigestión. Protestó, pero finalmente cedió.
Los diarios de Nueva York dedicaron páginas al misterio del zoo durante semanas. Nadie podía entender, ni siquiera la Policía de Nueva York y el FBI cómo era posible que desaparecieran novecientos animales del Zoológico del Central Park de Nueva York sin dejar rastro. Pero más misterioso aún era el hecho de que el lémur no hubiera desaparecido.
Una pequeña nota a pie de página en el reportaje principal decía que el lémur había sido ingresado en el hospital por una sobredosis de algodón dulce.
El sol ya casi se estaba poniendo cuando las dos mariposas llegaron al rincón del parque donde había nacido la Mariposa Más Pequeña. La Mariposa Más Pequeña encontró la rama que había sido su hogar mientras fue una oruga y se sentó allí con la Mariposa Monarca. Había decidido que quería marcharse desde el mismo sitio en que había llegado.
Le dio las gracias a Torpón por conseguir que ese único día de su vida fuese tan maravilloso. Bárbara Lou hizo lo mismo, sin saber aún que este gran día con la Mariposa Más Pequeña había sido el primero y el último.
Torpón le indicó a la Mariposa Más Pequeña que se acercara a él. La mariposa voló hasta el dedo de Torpón. Este le susurró con urgencia: «Casi se ha puesto el sol. Tienes que decírselo». Torpón añadió, mientras se marchaba: «Os dejaré solos».
«¿Adónde vas, ahora que necesito tu apoyo moral? »
«A borrarte de mi libro de registro», replicó Torpón.
«Realmente, tienes el don de la palabra», dijo la Mariposa Más Pequeña.
Voló hasta su dama y permanecieron juntos un momento, mirando la puesta de sol. Ella dijo:
«Me encanta ver la pue’ta de sol».
La Mariposa Más Pequeña asintió: «Esta es la primera que veo».
«Piensa en toda la’ puesta’ de sol que veremo’ junto en el futuro».
La Mariposa Más Pequeña se aclaró la garganta nerviosamente: «Hace rato que quiero hablarte de nuestro futuro».
Ella batió las alas coquetamente: «Me encanta que me hables de nuestro futuro».
La Mariposa Más Pequeña volvió a aclarar su garganta: «Bueno...», dijo titubeante, «lo que sucede con nuestro futuro es que... no lo tenemos».
Ella dejó de mover las alas de golpe: «¿Acaba’ de decir lo que creo que acaba’ de decir?».
La Mariposa Más Pequeña asintió: «Sí... Es que no fui capaz de decirte que ibas a tener una de esas relaciones de un solo día».
«¿Está diciendo que ete e’ tu primer y último día?», preguntó ella temblorosa.
La Mariposa Más Pequeña hizo un movimiento afirmativo con la probóscide.
Ella empezó a llorar bajito, con grandes lágrimas de mariposa, y la Mariposa Más Pequeña se unió a ella derramando diminutas lágrimas de mariposa. La lágrimas regaron los pequeños brotes del abeto. Luego unieron las alas y se despidieron.
Torpón apareció de repente, interrumpiendo este momento.
«Acabo de mirar el libro de consulta y me he dado cuenta de que he cometido un gran error», gritó. Se puso a bailar de júbilo.
Las dos mariposas lo miraron pasmadas y sorprendidas. Torpón continuó: «Estaba tan cansado», le dijo a la Mariposa Más Pequeña, «que, cuando te saqué del capullo esta mañana pensé que eras de la especie que vive solamente un día. Tus marcas son muy similares, por eso cometí este error».
La Mariposa Más Pequeña no podía creer lo que estaba oyendo, y Bárbara Lou tampoco. La Mariposa Más Pequeña preguntó: «¿Quieres decir que no voy a morir esta noche?».
«Sí» replicó Torpón. «Ha sido un error mío. Espero que me perdones».
Muchas emociones brillaron en el rostro de la Mariposa Más Pequeña. Se quedó pensando en silencio durante unos instantes, luego empezó a hablar: «Me has hecho un gran regalo».
Torpón pareció sorprendido.
«He aprendido algo que quizá nunca habría aprendido si hubiese creído que iba a vivir mucho tiempo. He vivido este día amándolo todo y a todos. Me he sentido agradecida por cada momento de mi existencia, y no he temido a ninguna criatura viviente, porque no tenía nada que perder. Así es como pienso vivir el resto de mi vida».
Se volvió hacia su amor y le dijo: «Siempre te amaré como si cada momento fuera el último».
Las lágrimas volvieron a brotar de sus pequeños ojos. «Soy la mariposa con más suerte de todo el mundo».
La Mariposa Más Pequeña la envolvió con sus alas: «No, eres la segunda mariposa con más suerte».
Robert Fisher & Beth Kelly

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