Un mundo de ILUSIONES

Este lugar es habitado por las niñas y los niños perdidos liderados por el héroe o quizás heroína, Peter Pan. La población de dicho país agrupa también a temibles piratas como el Capitán Garfio y salvajes indios. Otros tipos de seres como el hada, Campanilla y el Cocodrilo que se llevó la mano del Capitán Garfio habitan este lugar donde el tiempo no avanza y las aventuras predominan por cualquier rincón. De acuerdo con la leyenda, si alguien desea llegar a este lugar deberá de girar la segunda estrella a la derecha, volando hasta el amanecer.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Tener un boleto de primera y olvidarlo

EL PANADERO ESPAÑOL
Durante la guerra civil española, muchos españoles emigraron a México. Entre ellos vino un joven de dieciocho años: Venancio Fernández. El único problema que no tuvo durante la penosa travesía era tener que pagar exceso de equipaje. Pues sólo traía dos camisas y un pantalón remendado.
Llegó a Veracruz, donde comenzó a trabajar en una tienda de ultramarinos de un tío suyo. Años después se casó y puso una panadería en la ciudad de Puebla. Con mucho sacrificio, esfuerzo y ahorro logró reunir cierto capital y se trasladó a la Cd. de México con toda su familia, donde continuó su trabajo de panadero.
Ahora la gente ya no le llamaba Venancio. Ahora era don Venancio. Persona honorable y respetable y ahorraba lo más posible. Al cumplirse veinte años de su llegada a México, una agencia de viajes le habló de lo económico que le resultaría llevar a toda su familia a España, en un viaje por barco. Había un boleto familiar especial y no debía dejar pasar la oportunidad.
La esposa de don Venancio, que aprovechaba todas las ofertas, convenció a su marido para que gastara sus ahorros en ese plácido viaje a España. Sin embargo don Venancio, queriendo ahorrar lo más posible en el trayecto marítimo, antes de embarcarse en Veracruz, hizo en su panadería unos panes especialmente grandes, compró quince kilos de queso, y se embarcó rumbo a la tierra de sus antepasados.
El primer día comieron gustosos el fresco pan con una suave rebanada de queso. Al día siguiente estaban todavía tan emocionados que no tuvieron reparo en repetir el mismo menú. Luego comieron queso con pan, al otro día queso, pan y queso. En esos días su rostro tenía ya el color amarillento del queso. Para entonces ya nadie se les acercaba, creyendo que padecían hepatitis.
La esposa de don Venancio, después de pasar los días con este único alimento lo convenció de celebrar la llegada a España con una abundante y rica comida en el restaurante de primera clase del barco. Lo único que creían como certero era que esa tarde no probarían ya pan y queso.
- ¿Dónde está el restaurante de primera? -Pregunto don Venancio a un comandante de la tripulación.
- Permítame ver su boleto. -Inquirió el oficial.-¡Caramba!
Yo voy a pagar, que para eso me he matado trabajando veinte años.-Contestó don Venancio.
- Perdón, pero al restaurante de primera, sólo pueden entrar los pasajeros con boleto de primera. -Respondió el oficial
Con cierto enfado don Venancio sacó de su bolsillo el boleto arrugado y con un olor a queso y se lo entregó al oficial.
Cuando el oficial terminó de revisar el boleto, dijo con asombro:
-Caray, don Venancio, su familia tiene un boleto de primera clase. ¡Su boleto incluye las tres comidas en el restaurante de primera durante toda la travesía!
Fin
(Autor desconocido)

1 comentario:

galmar dijo...

jejejeje
algunos... somos miopes :)
tendría que haber sido oftalmólogo!!! jejejeje...