Un mundo de ILUSIONES

Este lugar es habitado por las niñas y los niños perdidos liderados por el héroe o quizás heroína, Peter Pan. La población de dicho país agrupa también a temibles piratas como el Capitán Garfio y salvajes indios. Otros tipos de seres como el hada, Campanilla y el Cocodrilo que se llevó la mano del Capitán Garfio habitan este lugar donde el tiempo no avanza y las aventuras predominan por cualquier rincón. De acuerdo con la leyenda, si alguien desea llegar a este lugar deberá de girar la segunda estrella a la derecha, volando hasta el amanecer.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Lo nuestro, lo que somos…

LA CUCLILLA QUE NO QUERÍA CANTAR CUCÚ
Los primeros rayos del día despertaron a Tallulah, la Cuclilla. Abrió los ojos, batió las alas e inspiró profundamente. Luego, como había hecho durante toda su vida, entonó su canción de buenos días.
"Cucú, Cucú", cantó alegremente desde su árbol. Después emprendió el vuelo para dedicarse a la tarea matinal de extraer un gusano del suelo para desayunar. Al hacerlo, percibió que una nueva ardilla se había mudado al barrio.
Tallulah observó cómo la ardilla enterraba una nuez en un agujero que había cavado bajo el árbol. De repente, al darse cuenta de que la estaban observando de cerca, la ardilla levantó la vista y cuando vio a Tallulah sintió la necesidad de dar una explicación.
"Estoy enterrando esta nuez para tener provisiones en invierno", dijo.
Tallulah replicó de la única manera que sabía.
"¡Cucú! ¡Cucú!".
La ardilla pareció molesta. "Todas las ardillas hacemos lo mismo", dijo a la defensiva "Me parece que eres demasiado criticona llamándome 'Cucú'". Y, con un irritado movimiento de la cola, trepó a un árbol a toda velocidad.
En inglés "Cucú" se escribe Cuckoo y quiere decir "lelo" o "lela".
Tallulah se sentó un momento, aturdida. Era la primera vez en su vida que alguien le decía que su pequeño canto era criticón. Al meditar sobre esto, Tallulah se dio cuenta de que, dijeran lo que dijeran, ella siempre contestaría. Y admitió que, sin duda, aquello sonaba como un insulto.
De repente, aquel canto, que siempre había sido del agradado de Tallulah, ya no le gustaba. A medida que fue transcurriendo el día, más se criticaba a sí misma y menos se gustaba; cuando llegó la noche, su autoestima estaba por los suelos. ¿Por qué desde que nació sólo era capaz de entonar un canto tan estúpido como "cucú"?, se preguntaba.
En ese mismo instante, tomó una decisión. Nunca más volvería a decir "cucú". Contempló su reflejo en la charca de agua y se dijo: "Mi canto de cucú no es bello en absoluto; si vuelvo a decir 'cucú' será porque me veo en la obligación de hacerlo".
A la mañana siguiente, al despertar, y por la fuerza de la costumbre, estuvo a punto de decir "cucú". Se lo tragó; luego se sentó un momento, bastante acongojada. No tenía nada que cantarle al sol matinal. Finalmente decidió volar para cazar su gusano del desayuno, pero como ahora toda su rutina había sido alterada, no digirió nada bien el gusano. Mientras eructaba, se dio cuenta de que no podía pasar el resto de su vida sin decir algo. Necesitaba algún tipo de canto de pájaro... puesto que ella era un pájaro. Entonces, de repente, tuvo una idea maravillosa. Oiría a los demás pájaros y si el canto de alguno de ellos era de su agrado, lo haría suyo. Este pensamiento la hizo inmensamente feliz y emprendió el vuelo para iniciar su investigación.
Primero encontró a un búho bebé en un bosque cercano. Al oír la historia de Tallulah, el búho bebé le dijo que realmente la comprendía. porque, al igual que Tallulah, él había tenido problemas a causa del canto con el que le había tocado nacer. Durante mucho tiempo se había resistido a decir "uuu", pero ahora el "uuu" le resultaba natural, porque tenía un significado especial para él.
Tallulah intentó decir "uuu", pero su garganta no era tan ancha como la del bebé búho, ni tampoco su pico. El sonido que emitió fue "Wu".
"Wu, wu", cantó. Este sonido no le gustaba demasiado, pues parecía bastante tonto. Pero aún le parecía mas tonto el hecho de que la pudieran llamar "pájaro wu wu" porque, en cierto modo, eso tenía menos dignidad que ser llamada un "pájaro cucú".
Después de este encuentro, Tallulah entrevistó a otros pájaros, incluido un cuervo, un arrendajo azul, un ruiseñor y muchos otros, hasta que al final se encontró con un chotacabras cuya voz estaba en su máximo esplendor ese día. Tallulah se sintió fascinada por el canto del chotacabras e intentó imitarlo varias veces. Sin embargo la forma de su pico era un inconveniente: la primera parte le salió bien, pero la segunda fue un desastre.
Después de hablar y cantar con otros pájaros durante varias semanas, se sentó en un arce, exhausta y deprimida. Sin embargo, seguía decidida a encontrar un canto hermoso que pudiera hacer propio, incluso aunque tuviera que volar por el mundo entero.
Este pensamiento la emocionó. Decidido: volaría por el mundo entero y encontraría exactamente el canto adecuado.
Su primera escala fue Londres. Ahí, Tallulah conoció a un ruiseñor y escuchó con gran respeto y asombro la belleza de su canto.
Al final de la interpretación del ruiseñor, Tallulah le dijo lo maravillosamente bien que cantaba. El ruiseñor le dio las gracias educadamente, y añadió que a la mayoría de las personas le gustaba el canto de un ruiseñor. De hecho, durante la Segunda Guerra Mundial, se había escrito una canción sobre él llamada "El Ruiseñor Canta en Barclay Square".
Tallulah estaba muy impresionada. Nunca antes había conocido a un pájaro que tuviese títulos de crédito, de modo que intentó imitar el canto del ruiseñor, pero no le salía tan hermoso. El ruiseñor había estado practicando esta canción desde que nació, y Tallulah sabía que, aunque estuviera entrenándose hasta el momento de abandonar este planeta, nunca conseguiría hacer realmente suyo este canto.
De manera que se alejó volando para encontrar otros pájaros cuyas canciones fuesen más adecuadas para ella. En las Islas Canarias pió con los canarios. En África chilló con los loros. Y, de regreso a los Estados Unidos, cantó con las golondrinas.
Sin embargo, ninguno de los cantos de los otros pájaros encajaba realmente con ella. Ya consideraba la posibilidad de permanecer en silencio durante el resto de su vida cuando, un día, aterrizó en la rama de un olmo en California del Sur.
Empezó a hablar con un pájaro que había a su lado; se trataba de un pájaro carpintero de pecho rojo.
Le explicó al pájaro carpintero cuál era su situación y éste fue enormemente comprensivo. Cantó para Tallulah. Ella le dio las gracias y le dijo que aunque su canto era hermoso, no resultaba exactamente el más apropiado para ella.
El pájaro carpintero, que había viajado por todo el mundo, le habló a Tallulah acerca de un pájaro del que había oído en Australia. Se llamaba ave lira. Este pájaro podía imitar a todas las criaturas vivientes e incluso a los artefactos mecánicos. Tallulah no podía creer lo que acababa de oír.
Tallulah esperó al siguiente viento de cola pan volar hasta Australia en busca del ave lira, Tallulah explicó su difícil situación a una hermosa ave lira de tonos marrones que abría las plumas blancas de su cola en abanico para que se expandieran sobre él como una glorieta.
Tras escuchar la historia de Tallulah, el ave lira le ofreció una serie de imitaciones perfectas. Aulló como una hiena, gruñó como un lobo vengativo y luego, de una forma increíble, imitó el encendido del motor de un Fiat que había estado aparcado bajo el árbol en el que charlaban.
Tallulah estaba tan impresionada que no fue capaz de pronunciar una palabra.
Y, cuando el ave lira imitó el rugido de un avión que había pasado sobre sus cabezas, Tallulah cayó en la desesperación. Le dijo al ave lira que ella jamás podría alcanzar tanta perfección en sus cantos de pájaro.
El ave lira, conmovida por la desesperación de Tallulah, le confesó algo que nunca le había dicho a ningún otro pájaro:
Era muy desgraciada con su vida. Ni uno solo de sus cantos era propio: sólo se trataba de imitaciones. Ni siquiera tenía un "¡Cucú! ".
No sabia si lo natural en ella era el aullido de una hiena, el gruñido de un lobo, el motor de un Fiat o el rugido de un avión.
"No tengo identidad", dijo el ave lira. Le confesó que sería muy feliz con un sencillo "Cucú". Porque de esa manera, sabría, al menos qué pájaro era.
"Pero es que ese pájaro es tan criticón", dijo Tallulah.
El ave lira le respondió con sabiduría: "Si no tienes intención de criticar cuando dices 'Cucú', ¿puedes considerarlo, real una crítica? La crítica", prosiguió el ave lira, "está en los oídos de quien escucha, de manera que el problema es del que escucha, no tuyo".
Tallulah nunca lo había visto desde esa perspectiva, por lo que quedó muy pensativa. "Además", dijo el ave lira, "quizá a esa ardilla no le gustara tu canto, pero hay muchos otros a los que sí les gusta".
Tallulah pareció sorprendida. "¿De quiénes me éstas hablando?".
"Te lo enseñaré", replicó el ave lira. Dicho esto, inició el vuelo. Tallulah la siguió.
El ave lira aterrizó en el alféizar de la ventana de una casa cercana. Tallulah se posó junto a ella. "Mira dentro", ordenó el ave lira.
Tallulah obedeció. "No veo nada"
El ave lira señaló con un ala: "Ese reloj, en la pared del fondo".
"Ya he visto relojes en otras ocasiones", dijo Tallulah.
"Pero no como éste", replicó el ave lira.
En ese momento, el reloj dio las doce y, ante el más absoluto asombro de Tallulah, un cuclillo de madera salió de un salto de una ventanita en la parte superior del reloj, dijo "cucú" doce veces y luego volvió a entrar dando otro.
"Ese pájaro de madera está entonando mi canción!", exclamó Tallulah.
"¡Exacto!", dijo el ave lira, y añadió: "Eso significa que a los seres humanos les gusta tu canto".
"¿Cuántos relojes como ése crees que hay?", preguntó Tallulah.
"Bueno", contestó el ave lira, "a los seres humanos les gusta copiar las cosas, de modo que debe de haber miles de relojes como éste en el mundo".
"¿Eso quiere decir que hay miles de pájaros de madera que me imitan?", dijo Tallulah ahuecando las plumas orgullosa.
"Así es", replicó el ave lira. "He estado por ahí y nunca he visto un reloj en el que saliese un chotacabras, un ruiseñor o un ave lira de una Ventanita superior y cantase su canción".
Tallulah permaneció en silencio durante un largo rato, intentando asimilar esto. De repente, comprendió la verdad. Había volado por el mundo entero; había estado intentando ser otro pájaro, cuando en realidad siempre había sido hermosa tal cual era.
Entonces se dio cuenta de que el canto que le había sido dado era el más hermoso de todos los cantos de pájaro, por la sencilla razón de que era suyo.
ROBERT FISHER Y BETH KELLY

1 comentario:

galmar dijo...

todos tenemos un canto propio, el ave lira también :)