Un mundo de ILUSIONES

Este lugar es habitado por las niñas y los niños perdidos liderados por el héroe o quizás heroína, Peter Pan. La población de dicho país agrupa también a temibles piratas como el Capitán Garfio y salvajes indios. Otros tipos de seres como el hada, Campanilla y el Cocodrilo que se llevó la mano del Capitán Garfio habitan este lugar donde el tiempo no avanza y las aventuras predominan por cualquier rincón. De acuerdo con la leyenda, si alguien desea llegar a este lugar deberá de girar la segunda estrella a la derecha, volando hasta el amanecer.

lunes, 5 de enero de 2009

La magia existe...


EN BUSCA DE LA MAGIA

En el centro de China, hay un pueblo muy especial. Todos sus habitantes son magos. Nadie sabe de dónde les viene la ciencia, pero lo son. La magia no se enseña ni se aprende, sólo se vive en ella.
En las calles, los niños juegan con sus manos, convirtiéndolas en mariposas leves. Los viejos hacen magia con las palabras, hechizando con sus voces al que pasa; enredando sus cabellos y sus sueños con historias…
La fama del pueblo mágico llegó hasta Liu, la de los ojos hermosos. Enseguida supo que aquél era su destino. No importaba la lejanía o el frío, la soledad. Allí debía ir. Porque ella quería vivir la magia, aprenderla, disfrutarla y ofrecerla. Sobre todo, a sus hijos.
Y tras llorar la partida, Liu inició su largo camino. Un día lluvioso y frío llegó a aquel pueblo para ella tan apreciado. Y buscó. Y preguntó sin descanso, bebiendo con pasión todo cuanto allí ocurría. Pero, al final del día, agotada y hambrienta, supo que la magia que tanto deseaba no sería suya. Se le escurría de la piel y se perdía entre piedras.
Y Liu lloró. Lloró sin tregua y sin vergüenza, vaciando toda su tristeza. Y, como por arte de magia, a su lado vio a un niño precioso. Suavemente, la criatura cogió sus manos, las acarició y, volviendo sus palmas hacia arriba, las llenó de pétalos blancos.
- Cómelos y confía. Solo estás cansada, no perdida; todo llega en su momento. Búscalo en los ojos de tus hijos.
Ahora sus lágrimas ya no eran amargas; sabían a fruta y a consuelo; resbalaban por su rostro hasta rodar por el suelo, tintineando como perlas de río. Y, mirándose en ellas, Liu vio los ojos de su hija que le decían: “No tengas miedo, mamá; vuelve a casa”.

Relato de Susana Rodrigo publicado en Cuentos que curan.