Un mundo de ILUSIONES

Este lugar es habitado por las niñas y los niños perdidos liderados por el héroe o quizás heroína, Peter Pan. La población de dicho país agrupa también a temibles piratas como el Capitán Garfio y salvajes indios. Otros tipos de seres como el hada, Campanilla y el Cocodrilo que se llevó la mano del Capitán Garfio habitan este lugar donde el tiempo no avanza y las aventuras predominan por cualquier rincón. De acuerdo con la leyenda, si alguien desea llegar a este lugar deberá de girar la segunda estrella a la derecha, volando hasta el amanecer.

jueves, 11 de diciembre de 2008

El lobito bueno...

EL LOBITO BUENO

Érase una vez un Lobito Bueno.
Nació en una montaña, pero desde que era pequeño miraba siempre hacia el llano, en donde había un pueblo. Le gustaba ver a los niños que corrían por las calles.
- Quiero ir al pueblo.
Los lobos mayores le riñeron.
- No vayas, es peligroso. Las personas son capaces de cualquier cosa. Te harán daño.
Pero el Lobito Bueno no hizo caso. Un día, cuando no lo veían los otros lobos, se escapó, bajó al llano y entró en el pueblo.
Caminó por las calles y llegó a la plaza.
- ¡Hola! Me llamo Juan.
- ¡Hola! Me llamo María.
Y se sentaron a su lado, acariciándolo.
Desde aquel día fueron sus amigos.
La gente del pueblo quería mucho al Lobito Bueno, porque era simpático y cariñoso, y ayudaba a todo el mundo.
Vigilaba las casas, acompañaba a los niños al colegio y llevaba las cestas del pan.
Y lo que mejor hacía era cuidar los rebaños de corderos, para que no se perdieran ni se hiciesen daño.
Pero en el pueblo las cosas no iban bien. La gente decía:
- Hemos recogido poco trigo.
- No hay patatas.
- No tenemos dinero.
- Nos iremos a trabajar a la ciudad.
Y se iban. Vendían las gallinas, los corderos y los cerdos, atrancaban las puertas de las casas y subían al autocar.
El Lobito Bueno no entendía lo que pasaba. ¿Adónde se irían? Pero un día Juan y María le dijeron:
- Nosotros también nos vamos. Ya hemos hecho las maletas. Aquí no se va a quedar nadie. ¿Qué harás tú?
¿Qué iba a hacer? Pues marcharse, como todo el mundo.
Aquella tarde, cuando Juan y María subieron al autocar, el Lobito Bueno intentó primero esconderse entre las maletas, pero lo vieron y lo sacaron de allí. Entonces trepó por la escalerilla trasera y se sentó en el portapaquetes, con los cestos y los bultos.
Después de un viaje muy largo, el autocar entró en una gran ciudad. Las casas eran altas y grises, y en las calles no había árboles. Todo estaba lleno de coches.
Cuando el autocar se detuvo y empezó a salir la gente, el Lobito Bueno bajó de un salto para ponerse al lado de Juan y María. Pero un guardia que estaba en la calle se puso a tocar un silbato y a gritar y a empujar a todos los que acababan de llegar del pueblo:
- ¡Ustedes, circulen por aquí! ¡Eh, sigan, no entorpezcan el paso! ¡Retiren esos bultos! ¡Vamos de prisa!
Se armó un lío tremendo. Todos agarraron sus cestos y maletas y echaron a correr. Cuando el Lobito Bueno se dio cuenta ya no había nadie a su lado. ¿Dónde estaban Juan y María? Seguramente sus padres se los habían llevado.
El Lobito Bueno estuvo buscándolos todo el día por la ciudad. Dio vueltas y vueltas, y pasó por muchas calles y plazas, pero no pudo encontrarlos.
Estaba muy cansado y entró en el portal de una casa. Vio una alfombrilla que había al pie de la escalera y se echó allí, para reposar. Pero la portera se enfadó y lo echó a escobazos.
El Lobito Bueno caminó otra vez por las calles, esquivando los coches y mirando a la gente, para ver si alguien le hacía caso. Nadie le decía nada.
Tenía hambre. Y como no le daban de comer se acercó a una tienda para ver si conseguía un poco de pan. Cuando el dueño lo vio se puso furioso y quiso pegarle con un palo grande.
Corrió y corrió hasta que llegó a un lugar en donde se acababan las casas y empezaba el campo. Allí vio a un pastor que estaba con un rebaño de corderos. No había perro.
El Lobito Bueno se aproximó, pensando que podría vigilar el rebaño, como hacía en el pueblo, y entonces el pastor le daría pan y queso. Pero los corderos , al verlo, se le echaron encima y empezaron a maltratarlo. Y el pastor le tiró piedras. ¡A correr otra vez!
Cando estuvo lejos y vio que nadie le perseguía, se detuvo y empezó a pensar.
Pensó y pensó. No quería vivir en la ciudad, pues había perdido a sus amigos y además todo el mundo le pegaba. Tampoco le gustaba volver al pueblo, porque en el pueblo ya no había nadie.
Mientras pensaba estas cosas se dio cuenta de que sus uñas y dientes estaban creciendo. Aulló, y el ruido que hizo fue tan fuerte que pareció un rugido.
Entonces tomó una determinación. Se adentró en un bosque y se metió en la primera cueva que encontró.
Y en el bosque se quedó para siempre.
Durante el día estaba escondido en la cueva y por las noches salía afuera y daba grandes aullidos, mirando hacia la luna. Sus uñas y sus dientes eran enormes.
Cuando tenía hambre se acercaba al pueblo y se comía a las personas y los corderos que encontraba.
Y esto ocurrió porque el Lobito Bueno, desengañado por todas las cosas que le sucedieron, se había convertido en un lobo, en un LOBO FEROZ como todos los lobos de este mundo.

No hay comentarios: