Un mundo de ILUSIONES

Este lugar es habitado por las niñas y los niños perdidos liderados por el héroe o quizás heroína, Peter Pan. La población de dicho país agrupa también a temibles piratas como el Capitán Garfio y salvajes indios. Otros tipos de seres como el hada, Campanilla y el Cocodrilo que se llevó la mano del Capitán Garfio habitan este lugar donde el tiempo no avanza y las aventuras predominan por cualquier rincón. De acuerdo con la leyenda, si alguien desea llegar a este lugar deberá de girar la segunda estrella a la derecha, volando hasta el amanecer.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Preparad@s para desplegar las alas?


DESPLEGAR LAS ALAS

Érase una vez un granjeo que encontró una pequeña águila malherida. Como era un hombre de buen corazón, decidió llevársela a su granja para curarla y darle una vida digna junto al resto de sus animales.
Pasaron los días y cuando el águila ya estuvo totalmente repuesta de sus heridas, el granjero la instaló en el corral, donde pronto aprendió a comer por la misma comida que los pollos y a comportarse igual que ellos. Un buen día, un naturalista que pasaba por allí le preguntó al granjero:
-¿Por qué esta águila permanece encerrada en el corral con los pollos y las gallinas? ¿Es que no puede volar?
Y el granjero respondió:
- La encontré hace tiempo herida en el bosque y, como le he dado la misma comida que a los pollos y la he criado junto a ellos, no ha aprendido a volar. En realidad, ya es un pollo más; ha dejado de ser un águila.
A lo que el naturalista repuso:
- Es muy hermoso lo que has hecho por ella. Sin embargo, tiene corazón de águila y, créeme, puede volar. ¿Qué te parece si la ponemos en situación de hacerlo?
- Creo que si hubiera querido volar, ya lo habría hecho… Yo nunca se lo he impedido.
- Es cierto, tú no se lo has impedido, pero, como has dicho, le has enseñado a ser un pollo. Y esa es la razón por la cual no vuela. ¿Y si le enseñáramos a volar como las águilas?
- Pero, ¿por qué insistes? Mírala: se comporta como los pollos; ya no es un águila. ¡Qué le haremos: hay cosas que no se pueden cambiar! – exclamó el granjero con resignación.
- Me parece que te fijas demasiado en sus dificultades para volar. ¿Qué te parecería si nos fijásemos ahora en sus posibilidades?
- Pues tengo mi duda, porque… ¿qué es lo que cambia si en lugar de pensar en las dificultades pensamos en las posibilidades?
- Buena pregunta- respondió, complacido el naturalista-. Si solo pensamos en las dificultades, es probable que nos conformemos con su comportamiento actual. Pero ¿no crees que pensar en sus posibilidades de volar nos motivará para darle oportunidades e intentar ver si surten efecto?
- Es posible… -concedió el granjero.
Animado, el naturalista sacó al animal del corral. Lo cogió suavemente en brazos y lo llevó hasta un montículo cercano. Entonces con gran respeto y solemnidad, le dijo:
- Tú perteneces al cielo, no a la tierra: abre tus alas y vuela. Puedes hacerlo.
Pero estas persuasivas palabras no parecían convencer al águila… Estaba confusa y, en cuanto divisó a los pollos comiendo, se fue dando saltos a reunirse con ellos.
Al día siguiente y sin desanimarse, el naturalista llevó al águila al tejado de la granja y la animó diciéndole:
-Eres un águila. Abre las alas y vuela. De veras: tú puedes hacerlo.
El animal contempló aterrado el vasto universo que se extendía bajo sus ojos. Sintió tanto miedo que, temblando, miró al naturalista y huyó una vez más dando pequeños saltitos hacia el corral.
Pero el naturalista era muy tenaz. Así que, muy temprano al día siguiente, llevó al águila a la montaña más alta de los alrededores. Y una vez en la cima, la cogió con ternura y le miró a esos ojos inundados de miedo, susurrándole:
-Es natural que tengas miedo. Pero ya verás como vale la pena intentarlo. Podrás recorrer distancias enormes, visitar lugares increíbles, jugar con el viento y conocer a otras águilas. Eres un águila: abre las alas y vuela…
El águila miró, primero, en dirección a la granja lejana; y, después, hacia el cielo. Entonces, el naturalista la levantó hacia el sol y, de pronto, el animal desplegó sus entumecidas alas y, al fin, con un graznido triunfante, voló y voló alejándose hacia el horizonte… Había recuperado sus posibilidades.

Adaptado de un cuento tradicional de Ghana, El águila que no quería volar, popularizado por James Aggrey


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