Un mundo de ILUSIONES

Este lugar es habitado por las niñas y los niños perdidos liderados por el héroe o quizás heroína, Peter Pan. La población de dicho país agrupa también a temibles piratas como el Capitán Garfio y salvajes indios. Otros tipos de seres como el hada, Campanilla y el Cocodrilo que se llevó la mano del Capitán Garfio habitan este lugar donde el tiempo no avanza y las aventuras predominan por cualquier rincón. De acuerdo con la leyenda, si alguien desea llegar a este lugar deberá de girar la segunda estrella a la derecha, volando hasta el amanecer.

domingo, 14 de diciembre de 2008

El RUMBO y la META no son lo mismo


HACERSE LA PREGUNTA CORRECTA

El navegante sonríe y levanta la vista con intención de volver a puerto. Otea en todas las direcciones, pero lo único que ve es agua. Se da cuenta de que la tormenta lo ha llevado lejos de la costa y de que no sabe dónde está. Toma conciencia de que está perdido.
Empieza a desesperarse y, en un momento dado, se queja en voz alta diciendo:
- Estoy perdido. ¡Qué barbaridad!
Y se acuerda, como a veces pasa lamentablemente sólo en esos momentos, de que él es un hombre educado en la fe, y mirando al cielo, dice en voz alta:
- Dios mío, estoy perdido. Ayúdame, Dios mío, estoy perdido…
Aunque parezca mentira, se produce un milagro: el cielo se abre- un círculo diáfano aparece entre las nubes- y un rayo de sol ilumina casi exclusivamente el velero, como en las películas. Misteriosamente se escucha una voz profunda (¿Dios?) que dice: - ¿Qué te pasa?
El hombre se arrodilla frente al milagro e implora lloroso:
- Estoy perdido, no sé dónde estoy, ilumíname, Señor. ¿Dónde estoy, Señor? ¿Dónde estoy?
De repente, la voz, respondiendo a aquella llamada desesperada, dice:
- En estos momentos estás a 38 grados latitud sur y 29 grados longitud oeste.
- Gracias, gracias… - dice el hombre más que emocionado por lo sucedido.
- Pero pasada la primera alegría, piensa un ratito y se inquieta retomando su queja:
- ¡Estoy perdido, Dios mío! ¡Estoy perdido!
Acaba de darse cuenta de que con saber dónde está no se deja de estar perdido.
- ¿Qué pasa? – dice de nuevo la voz celestial.
- Es que en realidad no me basta con saber dónde estoy. Lo que me tiene perdido es que no sé a dónde voy.
- Vuelves a Buenos Aires- le responden.
- Ahora, más rápidamente, antes de que el cielo comience a cerrarse, el hombre grita: - Estoy perdido, Dios mío, estoy desesperado!
La voz le habla por tercera vez:
- ¡¿Y ahora qué pasa?!
- Es que, sabiendo dónde estoy y a dónde quiero llegar, sigo tan perdido como antes porque ni siquiera sé dónde está el puerto.
La voz celestial empieza a decir:
- Buenos Aires está a 38 grados latitud oeste y 21 grados…
- ¡No, no, no!- interrumpe el hombre.
- Pero tú me pediste….-replica la voz.
- Sí Diosito… yo sé lo que te pedí, pero, ¿sabes qué pasa? Que acabo de comprender que no basta con saber dónde estoy y a dónde voy. Necesito saber cuál es el camino para llegar. Eso necesito saber: cuál es el camino para ir desde donde estoy hasta donde voy. Por favor, Dios mío, por favor…
En ese instante, cae desde el cielo un pergamino atado con una cinta celeste. El hombre extiende el papel y encuentra dibujado con toda claridad un mapa.
Arriba a la izquierda hay un puntito rojo que se enciende y se apaga con un letrero que dice: “Usted estás aquí”
Abajo a la derecha un punto azul donde se lee: “Buenos Aires”.
Y en un tono amarillo fosforescente, una línea, rodeada de varios círculos con indicaciones: remolino, arrecifes, piedrecitas, viento fuerte de acá y de allá… Se trata claramente de una ruta que une aquellos puntos: el camino a seguir para llegar a destino. El hombre, por fin, se pone contento. Se arrodilla, se santigua y dice:
- Gracias, Dios mío, gracias.
El marino leva anclas, estira la vela, mira el mapa, observa para todos lados… y vuelve a gritar una vez más:
- ¡Estoy perdido, estoy perdido!


¿Qué es lo que le falta? Saber hacia donde. ¿Cómo haría un hombre que navega para determinar el rumbo? Seguramente una brújula le proporcionaría esta información. Sabiendo dónde está, a dónde va y teniendo un mapa, no sabrá en qué dirección viajar si no puede fijar el rumbo.
El rumbo es una cosa y la meta es otra. La meta es el punto de llegada; el camino es como llegar. El rumbo es la dirección, el sentido; y el único dato que permite asumir que no estás perdido.

3 comentarios:

Guaglione dijo...

Vaya marinero de agua dulce que es el protagonista de la historia. Ese aprendio en un curso a distancia. Donde se ha visto que un marinero necesite una brujula????. La brujula es aconsejable pero no necesaria. Isabel no cojas mas cuentos de argentinos que son unos cuentistas. Jajajaja.

maria dijo...

No hagas caso al bobo de Guaglione, el cuento es precioso y no es lo mismi Rumbo y meta claro que no, que me parece a mi que en el momento de leer este cuento Guaglione al ver el dibujo del principito, veria un sombrero y no una boa que se comio un elefante..

Es una delicia leer tus cuentos Isabel y es de agradecer que te los "curres", porque todos tienen una maravillosa moraleja. Gracias por traernos esos cuentos, que yo leo cada dia y que quizas desde mi niñez echaba de menos en mi vida***

Guaglione dijo...

A ver me he leido otros cuentos y he asumido hasta que un burro y un lobo hablen, pero lo del marinero, pos no. Es un marinero de agua dulce, vamos que se perderia en una bañera.